Decidí escribir una historia, con escenarios que abarcan crudas y tristes realidades, las cuales, de forma cotidiana, afectan nuestra sociedad, demostrando que en el camino de la educación, con los valores que representa, estamos en pañales.

“Era domingo. Fulanito no podía recibir el lunes sin una buena bailada. Se bañó y perfumó. Se puso su nueva camisa italiana. Necesitaba una discoteca para poder respirar y no sentirse solo; pero, sobre todo, para olvidar el mal momento que pasó cinco días antes en la fiscalía, cuando su exesposa se querelló contra él, alegando golpes y amenazas de muerte.

Recuerda que se empleó muy a fondo para convencerla de que dejara la cosa así. Le dijo que pensara en los dos hijos que tenían y que tal vez, quién sabe, volverían a juntarse. Se alegró cuando en la oficina de violencia de género, su compañera, asustada, guardó silencio, no obstante el Ministerio Público presionarla buscando la verdad. La fiscal presente, con dolor, pues intuía la verdad, no pudo hacer más. El caso fue archivado.

Cerca de la media noche, Fulanito pidió un taxi y fue directo a la discoteca. ‘Bueno, carajo, a disfrutar se ha dicho, que la vida es una’, pensó, y al hacerlo sonrió orgulloso, creyendo que había inventado esa frase. Entró. Las luces de neón y la indescifrable música lo animaron. ‘Con un trago y una hembra seré un hombre afortunado’, concluyó. Fue al bar. Pidió un “cuba libre”. Inició su búsqueda, por aquí, por allá, con cara de serio, de ejecutivo, para ser exacto.

Y su mirada se clavó en la pista, en ella, para continuar siendo certero. Y la vio, hermosa, bailando como las olas del Mar Caribe, desinhibida, con expresión de mucha vida y vivencias. Casualmente, luego de la danza triunfal, ella se sentó a su lado, acompañada de otras jóvenes. Y él preguntó y ella respondió; y él la invitó a un trago y ella pidió dos; y él le propuso bailar y ella lo haló sin pestañear; y él le insinuó que salieran y ella le contestó ‘yo elijo el lugar’; y él pasó las mil en una noche y ella una noche de mil.

Y al amanecer, Fulanito le imploró que siguieran juntos. Y ella, con una naturalidad asombrosa, le dijo: ‘No puedo, hoy empiezo mis exámenes de secundaria y para mis padres estoy estudiando donde Sutaneja; además, no me dejan salir hasta que sea mayor de edad’. El domingo siguiente ella volvió a la discoteca, ahora con sus hermanos menores. ¡Pobre Fulanito! Mientras la niña bailaba y reía, él estaba preso, con pólvora en las manos, acusado de asesinar a su exesposa”.

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