Aunque la pandemia continúa creciendo por el mundo al igual que la mortandad, muchos países están dando pasos hacia una apertura, relajando los controles impuestos para evitar la infección. Como casi todo en esta pandemia, cada país aplicará reglas diferentes, inclusive dentro dentro de sus fronteras, en aquellos que tienen una constitución federal. La apertura podría significar un alivio para muchas personas hastiadas por un confinamiento prolongado. Después de todo, hay dos impulsos humanos que nos llevan a desear este desenlace: nuestra inherente sociabilidad y el deseo de libertad, que nos lleva a rechazar los constreñimientos. Empero, en Latinoamérica, donde prevalece la informalidad laboral, la mayoría le dará la bienvenida por la necesidad de sobrevivir económicamente.

No obstante, la apertura esta llena de riesgos y dificultades. En primer lugar, la ausencia de una vacuna o de una cura aumenta la posibilidad de un rebrote que obligue a la re-instauración de medidas drásticas de aislamiento. Pero aún más importante, aún cuando aparezca una vacuna o una cura, los países lo tendrán muy complicado para volver a un sendero de prosperidad, o por lo menos, a una situación equivalente a la que tenían antes de la COVID-19. La destrucción de riqueza a escala planetaria ha sido enorme. Asimismo, esto confirma el axioma que nos enseñaron, hace ya muchos años, de que las economías están sujetas a «choques externos» que provocan serias crisis económicas y sociales. Lo diferente de esta crisis es que el choque externo lo originó una emergencia sanitaria a nivel global.

No debemos olvidar que las crisis económicas se convierten en crisis sociales, pues la mismas golpean mas duramente a los mas vulnerables, pues son los primeros en perder sus ingresos y empleos cuando una crisis comienza y son los últimos en recuperar sus empleos e ingresos, cuando la crisis es superada.
Esta realidad nos lleva a reflexionar. En este momento se aboga por abrir determinados sectores. Pero toca preguntar si los empleos a ser generados serán para los dominicanos, que han recibido el batacazo de esta crisis. Se hace necesaria una alianza pública-privada para generar empleos para los dominicanos, si es necesario creando incentivos impositivos para su empleo, pues no habría mejor inversión para la sociedad.

Durante este confinamiento hemos visto a muchos «filósofos» de las redes argumentando que esta crisis es única y tendrá efectos sobre el comportamiento humano. Todo esto es pura monserga.
La humanidad ha vivido por siglos confrontando crisis y los seres humanos somos los mismos egoístas. A lo que aspiramos es que ante una crisis social que puede prolongarse y profundizarse, nuestras acciones estén guiadas por un «egoísmo inteligente», que nos lleve a buscar soluciones para nosotros, que a su vez ayuden a nuestros conciudadanos.

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