Uno de los mayores retos del instituto es responder a la demanda de jóvenes que quieren formarse en sus aulas

Desde 1952, el Instituto Politécnico Loyola se constituye en una estampa de la educación técnica en la República Dominicana. En sus 70 años de fundado, la institución educativa ha entregado a la sociedad más de 40 mil técnicos entrenados en áreas estratégicas del sistema productivo nacional.

Con una currícula enfocada en las ingenierías, la entidad se posiciona como un modelo pedagógico para el sistema educativo y un aliado del sector industrial. Su propuesta curricular en la modalidad técnico-profesional abarca 11 títulos. Las áreas de estudio más requeridas a nivel de bachiller técnico son Equipos Electrónicos, Sistemas de Telecomunicaciones, Equipos Electromédicos, Electromecánica de Vehículos y Mecanizados. Actualmente, la matrícula de bachiller técnico es de 1,398 estudiantes con una cuota femenina de 54 por ciento. Está marcada participación rompe el estigma de las “carreras duras” y su vinculación exclusiva con los hombres.

Uno de los mayores retos es responder a la demanda de solicitudes de estudiantes que quieren formarse en sus aulas, pero no hay espacio para tantos.

Para entrar, el aspirante debe agotar un proceso de admisión. Aproximadamente, se examinan entre 600 a 1000 jóvenes para ingresar al bachillerato, quienes logran entrar reciben un programa de reforzamiento. El porcentaje de los que reprueban supera el 85 por ciento, en las evaluaciones de matemáticas principalmente”, revela el director del Nivel Secundario Técnico, Pedro Hernández.

Con el camino trillado en la formación de bachilleres técnicos, en 2008 Loyola incorpora a su oferta académica un programa de estudio superior. El aspirante puede optar por los títulos de Ingeniería Industrial, Eléctrica, Redes y Telecomunicaciones así como Agro-empresarial. El plan de estudio se diversifica, además, en seis técnicos superiores: Desarrollo de Software, Diseño y Manufactura, Electricidad Industrial, Mecatrónica, Procesamiento de Alimentos y Redes y Seguridad Informática.

Conscientes de que la educación técnico profesional necesita ir de la mano con el desarrollo de los sectores productivos del país, el Instituto Politécnico Loyola mantiene alianzas con empresas directamente relacionadas a la producción a nivel industrial. Esta conexión se traduce en el fortalecimiento curricular del centro y ofrece una visión integral para el diseño de aulas y laboratorios acorde con las tendencias actuales en los modelos de producción, el director del Nivel Secundario Técnico.

En ese marco, se insertó en el plan de estudio la asignatura Principios de Tecnología con el fin de llevar la realidad laboral y el uso de las maquinarias a las aulas. Otra materia incorporada al pensum es la “Naturaleza de las Cosas”, cuyo programa de actividades permite a los estudiantes conocer los materiales utilizados en el sector industrial.

“Orientamos para que los estudiantes sean emprendedores y sean personas activas en la solución de problemas”, sostiene el docente Pedro Hernández.

Los convenios con los sectores productivos tocan la inserción laboral de sus egresados.

En estas alianzas se enmarca el programa de pasantías, que se desarrolla en sexto grado de secundaria, en el que los alumnos deben agotar un plan de trabajo de 400 horas en las empresas.

Para este año, hay 246 estudiantes para colocarlos en unas 110 empresas.

Según el director de Secundaria, la mayoría de estos estudiantes que cursan el programa reciben ofertas de trabajo por parte de los empleadores. “Pero es un porcentaje menor que se inserta en el trabajo porque la mayoría continúan estudios superiores y pasan a la ingeniería”, señala Hernández.

“La educación técnica es costosa”

No obstante, la vicerrectora del Instituto, Rosa Kranwinkel, entiende que se requiere de una mayor sensibilización por parte del sector empresarial para aceptar en los planes de pasantía a los jóvenes que cursan los títulos de bachiller técnico. No así con los de programas de estudios superiores, quienes tienen mejor acogida. “La educación técnica requiere de alianzas porque es muy costosa”, precisa la académica al citar algunos de los desafíos que persisten en la educación técnico profesional en la República Dominicana. Agrega “ahora mismo acabamos de hacer una gran inversión en nuestro taller de mecánica con una fresadora que está rondando los cinco millones de pesos. Entonces hay que hacer unos ahorros internos en la institución para poder hacer la compra de esos equipos, y no es que terminamos. Eso es una primera parte para actualizar los equipos”, dice desde uno de los salones de la sede central ubicada en San Cristóbal.

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