El virus respiratorio sincitial afecta a siete de cada diez niños menores de un año y es el principal responsable de esta enfermedad. Explicamos cómo reconocer cuándo, tras unos días de tos y mocos, se agrava

Cuando la bronquiolitis empeora el bebé tose de forma persistente, rechaza comer y respira con dificultad: con cada inhalación se marcan las costillas, se mueve mucho el abdomen y las aletas de la nariz se mueven rápido.

La respiración del bebé se acelera y emite unos silbidos suaves o ruidos de mucosidad.

El silbido se produce porque el aire intenta pasar por un bronquio obstruido: el virus daña e inflama esta vía aérea y produce congestión, mucosidad y tapones.

Cerca del 3% de los niños que desarrollan bronquiolitis grave necesita hospitalización. Para facilitar la respiración se les aporta oxígeno con gafas nasales o mascarillas.

Los peores síntomas suelen durar entre cinco días y una semana. La mayoría de casos quedan resueltos del todo entre 12 y 21 días, aunque la tos suele ser el último síntoma en desaparecer.

La bronquiolitis es la infección respiratoria grave más extendida entre los menores de un año y la que más hospitalizaciones provoca. Antes de los 12 meses de vida, el 75% de los niños se infectan del virus sincitial respiratorio (VRS), el principal virus que provoca esta enfermedad. Era así también antes de la pandemia, pero este año se está notando más: por un lado, su impacto sobre los hospitales había quedado olvidado tras dos años desplazado a causa de la expansión de la covid; por otro, se ha adelantado más de un mes a su época normal y ha coincidido con una epidemia de gripe.

En el comienzo de este invierno, el VRS ha vuelto a ser el principal patógeno del que se infectan los niños de cero a cuatro años: en las primeras semanas de noviembre de este año provocó cuatro veces más contagios que el virus de la gripe o el de la covid. En Cataluña, de los pocos lugares donde se pueden comparar datos, la incidencia del VRS ha alcanzado este invierno un pico de casos más alto que en 2019.

El VRS y los otros virus que provocan la bronquiolitis afectan también a los adultos, pero se suelen quedar en un simple resfriado que no pasa de la nariz. En los bebés, la infección puede alcanzar los bronquios y los bronquiolos (en las vías respiratorias bajas, más cercanas a los pulmones) y puede desarrollar su peor síntoma: la insuficiencia respiratoria.

Es clave que los padres reconozcan cuándo el bebé está teniendo dificultad para respirar. Como se ve en esta imagen, se distingue claramente de cuando el bebé respira bien: hay que fijarse en su tórax, abdomen y nariz.

¿Por qué el VRS golpea tan fuerte a los niños?

El avance del virus en los bebés responde, por un lado, al menor desarrollo de sus sistemas inmunitarios, que aún no están equipados para defenderse del VRS. A principios de diciembre, la tasa de hospitalización por esta afección para la población general era de 6,2 por cada 100.000 habitantes. Entre los niños de cero a cuatro años ascendía a 145.

¿Cómo se contagia?

El VRS se transmite en las gotitas que una persona infectada produce al estornudar o toser y sobrevive bastantes horas en superficies duras, como mesas y juguetes de madera o plástico. Por su naturaleza, los más pequeños interactúan, se llevan objetos a la boca y no guardan distancias: cuando se juntan en el mismo lugar cerrado, es muy fácil que se transmitan virus y bacterias. A su pesar, las guarderías se convierten así en un escenario perfecto para la propagación de la enfermedad.

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