Llenas están las arcas de recuerdos del mundo moderno entregados por la tozudez absolutista de USA, que impone su sistema a socios y amigos. El comercio bilateral y el multilateral ha sido tema de negociaciones contractuales para enriquecer la oferta con la recepción de productos por intercambios agrícolas, insumos mineros e industriales, a precios que obligan a nuestros empresarios como competidores a entregarnos mejores precios y mayor variedad para la selección de nuestro paquete de consumo.

Pero la injusticia del intercambio es evidente. Como el caso del plátano, que en 1961, cuando las sanciones impuestas al trujillato por el intento de asesinato al presidente de Venezuela, su precio local al detal bajó hasta un tercio de centavo por unidad, mientras en las marquetas de NY se vendía cada plátano a 25 centavos de dólar. Cincuenta años más luego, el precio de marqueta del plátano había bajado a quince centavos por unidad, mientras los productos importados desde allá inflaban sus precios en nuestro mercado.

En este momento, cuando nuestros plátanos vendidos en el mercado internacional valen casi nada por las devaluaciones del dólar y de nuestro peso, así como por la inflación globalizada, la adquisición de un medio de transporte privado es asunto en extremo oneroso, aunque quienes apoyan el sistema promovido por USA, se empecinan en descartar de plano cualquiera solución que no degrade el valor real de nuestras exportaciones, aunque el costo social de lo importado ha producido el injusto fenómeno la autoadjudicación de fondos del Estado, por parte de nuestros legisladores para promover objetivos personales.

Ha sido ingente y admirable labor de la ingeniería biológica,que entre mis condiscípulos llamamos ‘esa vaina’, porque convencidos estuvimos de que nos esperaban portentosos descubrimientos. Pero la emisión de patentes por parte del gobierno norteamericano a seudoinventores de los mismos productos agrícolas que libremente hemos cultivado durante milenios, pero ahora tenemos que producirlos con simientes gringas, que las definen como fuentes de productos perfectos, cuyas semillas no germinan. El campesino que hacía una selección de sus mejores simientes dejó de hacerlo sustituyendo esa actividad por la adquisición de semillas importadas para poder entregar al mercado productos atractivos, olorosos, sabrosos y de tamaños adecuados.

Con la nueva simiente el campesino perdió la gratuidad que la tierra entregaba. Ahora obtiene semillas certificadas a precios descomunales las que requiere su predio, porque su alternativa es abandonar la agricultura para convertirse en motoconchista, atracador, sicario o distribuidor de productos de comercio ilícito.

Mas, aquellos, quienes en eso han metido nuestra sociedad siguen manteniendo sus amigos, mientras nosotros amamos a los enemigos.

Pensaba Adam Smith, por su errado modelo econométrico que usaba variables de valores continuos y actores en números tendentes al infinito, ergo sin poder para alterar la resultante del juego de oferta-demanda, porque éste debería entregar precio justo para maximizar las utilidades del empresariado (la oferta) y la satisfacción del consumidor (la demanda).

Como asesor, aconsejó al rey George III, con base en “La Riqueza de las Naciones”, que al igual que cualquier bien de consumo, el opio era producto legítimo sobre el cual a la “mano invisible” -que era Dios para él- debe permitírsela determinar toda actividad económica, y que Gran Bretaña tenía legítimo derecho de remover cualquier obstáculo a su comercio incluyendo a gobiernos nacionales para hacer valederas las leyes objetivas de la mano invisible. Es filosofía de conquista que nace de la Conferencia de Berlín que justifica las acciones imperialistas de Europa, ávida de esclavizar al mundo bajo su dependencia -principalmente a Asia y África- sin que importasen la cultura ni la historia de sus pueblos, tal que concesiones de la deidad a naciones superiores. Así se desarrolla mediante la coerción del más fuerte el imperialismo económico que construye mercados a través de acciones moralmente cuestionables, de engaños, de chantajes, de sumisión a la superioridad armamentista y de ocupación virtual por amenazas o real mediante guerras genocidas que solo terminan en la desocupación cuando se cumplen los objetivos económicos. Hoy, el asunto principal ha sido la actualización de los Acuerdos de Bretton Woods que en 1946 entregaron al triunfador principal de la Guerra Mundial de los 40s, la propiedad financiera del planeta Tierra, a través del BIRF y el FMI, permitiéndole tomar como préstamo sus compras del hoy y pagar a futuro con valor menor que el recibido, mediante la emisión de documentos cuyo costo es la impresión. Como Estado que fomenta la subversión, no le importan las alianzas, solo sus objetivos estratégicos.
Comunistas o terroristas, aunque estén actuando contra los Estados Unidos no da razón suficiente para rechazar alianzas.

Aquí se aliaron contra los enemigos de la libertad y la soberanía con el propósito de entregar esta tierra a los esclavistas. Se aliaron a los bolcheviques para derrocar el gobierno socialista de Rusia que sustituyó la monarquía y dio paso a la Unión Soviética, nuevo país con un enorme mercado potencial, a quienes inversionistas de Wall Street donaron grandes sumas de dinero, y también la Industria y el comercio norteamericano esperaban gran expansión económica soviética, cuando hacía relativamente poco tiempo que Alemania y sus aliados habían perdido la Primera Guerra Mundial. Continuará.