En búsqueda de un refugio

El repentino interés del ex presidente Leonel Fernández por formar parte del Parlamento Centroamericano, un costoso e improductivo monumento al ocio cuya utilidad nunca ha sido probada, demuestra su temor a ser enjuiciado por las graves violaciones&#823

El repentino interés del ex presidente Leonel Fernández por formar parte del Parlamento Centroamericano, un costoso e improductivo monumento al ocio cuya utilidad nunca ha sido probada, demuestra su temor a ser enjuiciado por las graves violaciones a la Constitución y las leyes por las que se le acusa. Si esta sorpresiva iniciativa le asegura inmunidad, como se cree en sus círculos íntimos, para algo entonces servirá ese adefesio, del que no ha salido nada que pueda ser considerado de valor para el fortalecimiento de las instituciones democráticas y los derechos humanos de los habitantes de las naciones que lo forman.

No se conoce una sola disposición o medida del Parlacen que haya servido para algo a sus países. Por lo que bajo la presunción de inmunidad que la llegada del señor Fernández significaría para él, habría que añadirle ese mérito político a los muchos que en este país se le atribuyen al líder del Partido de la Liberación Dominicana. De esta manera, por obra y gracia de su ingreso, el organismo dejará de ser el museo de la inutilidad y holgazanería que siempre ha sido.

Es obvio que la intención del señor Fernández no se relaciona con un plan para ampliar los nexos comerciales o diplomáticos del país con el resto de la región, o cualquier otra cosa que se le parezca. Si no lo intentó en sus doce años de presidencia, menos lo hará ahora. El Parlacen es muy chico para su ego, pero le servirá de refugio mientras conspira para un regreso en el 2016, como el amo y señor de la República.

El señor Fernández no ha podido refutar ninguna de las graves acusaciones que pesan en su contra. Y si algo puede hacer a su favor, es despojarse de la inmunidad que aquí le asegura su absoluto control de las estructuras judiciales y hacer frente a los cargos como el ciudadano común que ya es, para intentar librarse así de la deshonra que le perseguirá por el resto de sus días.

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