Clamores en el desierto

La ocasión de la celebración del 500 aniversario del famoso sermón de Adviento pronunciado por Fray Antón de Montesinos,…

La ocasión de la celebración del 500 aniversario del famoso sermón de Adviento pronunciado por Fray Antón de Montesinos, en el que acuñó su célebre frase de que era la voz que clamaba en el desierto; debe llamarnos a reflexión sobre la necesidad de escuchar las voces que se alzan en cualquier espacio en que nos toque actuar.

Vivimos en una sociedad donde se habla mucho y se escucha poco, eso quizás explica porqué a pesar de que desde hace años venimos discutiendo propuestas de solución a la mayoría de los problemas nacionales, seguimos empantanados en los mismos. Los gobernados nos quejamos de que los gobiernos no nos escuchan, lo que a la vez ha ido creando una perniciosa actitud de apatía ciudadana por la que mucha gente entiende que no vale la pena reclamar, proponer u opinar sobre los temas nacionales pues de todas formas no será tomado en consideración.

Cuando el que ejerce una función de liderazgo no escucha el sentir de su pueblo, familia, aula, equipo o grupo, probablemente no va a poder llenar a mediano y largo plazo las expectativas creadas y terminará siempre generando frustración.

Por eso es fundamental desarrollar la capacidad de escuchar no solo lo bueno sino lo malo, pues la única manera de corregir lo que no esté funcionando, independientemente de que esté bien o mal, es escuchando las críticas constructivas y asimilándolas. El caudillismo que nos ha caracterizado como sociedad deja su impronta en nuestras relaciones de poder en distintos ámbitos, llegando algunos al extremo de pensar que la expresión más sublime de la democracia, que es la elección por sufragio universal; es un poder soberano que dota a quien lo detenta de la facultad de actuar de espaldas al pueblo que lo eligió, bajo el pretexto de que el poder es para ejercerlo, olvidándose de que más importante es ejercerlo en sintonía con los que se lo otorgan.

Frecuentemente vemos como en otros países se toma muy en cuenta lo que las voces de su sociedad expresan y cómo la presión social genera acciones oportunas de cambios, de mayor apertura o transparencia o de apartar de cargos a personas sindicadas como culpables de delitos; pues aunque solo un debido proceso los podrá juzgar culpables, no se puede soslayar la percepción de los hechos que la sociedad tiene, aunque se trate de miembros de poderosas casas reales. Esto contrasta con nuestro caso, no importa lo que se proponga o critique, ni la importancia o gravedad de estas posiciones, generalmente choca contra oídos sordos.

Ahora que estamos en campaña y que los candidatos andan muy dispuestos a conversar con todos los electores, debemos recordarles la necesidad de que abran bien sus oídos y de que sean capaces de escuchar, si llegaren al gobierno, los clamores de su sociedad; para que podamos tener más oasis y menos desiertos.

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