Y con el nombre de Duarte…

Aun con luces de fuegos artificiales literarios iluminando el firmamento nacional, con motivo de la celebración de los 200 años del nacimiento…

Aun con luces de fuegos artificiales literarios iluminando el firmamento nacional, con motivo de la celebración de los 200 años del nacimiento de Juan Pablo Duarte Diez, creador supremo de la nacionalidad y figura cimera de la trilogía que encabezó el grupo liberador del dominio haitiano, aun procuramos la esencia de su pensamiento y filosofía de vida.

Fue luz inspiradora de la casta de patriotas que forjaron la República. Sucumbió ante la maldad, intereses y conspiraciones de los que se aprovecharon de su proverbial desprendimiento, pureza de ideales e interés único de crear una patria libre, independiente y soberana.

Hoy son “moda” los homenajes al Juan Pablo de todos, con las interrogantes sobre su influencia en la cultura, el pensamiento, actitudes y actuaciones del dominicano.

Llama la atención el estado del Liceo que lleva el nombre de nuestro libertador, centro emblemático ubicado en Avenida de su mismo nombre, que sirvió por décadas como “el liceo” masculino de la capital, crisol de la educación secundaria donde generaciones de connotados profesionales, dirigentes y líderes de toda índole, destacados militares y brillantes servidores públicos, se forjaron, guiados por capaces e insignes maestros. 

Escuela es mucho más que planta física: es alumnado; maestros, dirección, padres, autoridades, vecinos y ex alumnos. Parecería que el nombre del libertador, atrae malquerencias, zancadillas y más que nada, traiciones y maquinaciones.

Ex-alumnos del JPD dieron pasos para constituir una fundación que apoyara la gestión magisterial, asesorara en la administración del centro, gestionara becas y canalizara recursos y esfuerzos.

Querían contribuir en la reconstrucción de su Auditorio, hoy sin asientos ni apropiado sistema de ventilación, iluminación ni sonido, para que fuese compartido por alumnos y vecinos.

De transformar su laboratorio de informática que es hoy, un monumento a la obsolescencia, el anacronismo y lo inútil. Este grupo sintió frustrada su iniciativa cuando se separó a Marta Ferreras, Directora que lo había promovido y creado condiciones para gestarlo.

El Liceo fue en una época, lugar de violencia y de vandalismo externo, que por una adecuada administración, ella logró rescatar mística, valores y respeto mínimo, vitales en un centro educativo de una zona de peculiar composición social y económica.

A ella, que con equilibrio entre carácter dulce y guante de hierro, los alumnos y profesorado respetaban y reconocían como autoridad, la hicieron objeto de maquinaciones, derivando en injustos cargos, afectando su moral, resultando víctima de un oscuro proceso, del que autoridades superiores recibieron información y nada hicieron.

Que lástima Juan Pablo; cuantas cosas se hacen en nombre de Duarte! l

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