¿Cuál es el verdadero significado de la victoria de Donald Trump?

Como demuestran el más reciente artículo de Ignacio Ramonet, titulado «Las siete propuestas de Donald Trump», que los grandes medios censuraron… y que explica su victoria, y el previsor análisis del cineasta norteamericano Michael Moore, publicado&#

Como demuestran el más reciente artículo de Ignacio Ramonet, titulado «Las siete propuestas de Donald Trump», que los grandes medios censuraron… y que explica su victoria, y el previsor análisis del cineasta norteamericano Michael Moore, publicado días antes de las elecciones presidenciales, bajo el título «Cinco razones por las que Trump será el nuevo presidente de Estados Unidos», las encuestas y análisis tradicionales de los grandes medios, tanto como el sistema al uso de la política mundial, emergido tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, han tocado fondo.

No se trata, siquiera de un engaño consciente, sino de enormes errores de análisis y predicción derivados del desenfoque y la obsolescencia de la acelerada evolución de los fenómenos de la vida en el mundo global.

La cadena de yerros más reciente va desde el triunfo del Bréxit en el referendo británico y  el triunfo del no en el referendo por la aprobación definitiva de los acuerdos de paz en Colombia, hasta la estrepitosa derrota de la candidata demócrata, Hillary Clinton, a manos de un grotesco demagogo como lo es Donald Trump, acostumbrado a usar el insulto como un arma política.

Pero si los grandes medios formadores de opinión, y la mayoría de los analistas políticos y las cancillerías del mundo fracasaron en su intento de vaticinar los resultados electorales en Estados Unidos, a ello ha de sumarse ahora la persistente equivocación al valorar el significado de la victoria republicana y el inicio de la era Trump.

Donald Trump no es un líder valiente y luchador que se enfrentó solo a todas las fuerzas del establishment norteamericano, y contra todos los pronósticos, con la tenacidad de un predestinado, logró una contundente victoria el pasado 8 de noviembre.

Detrás de Trump y antecediéndolo, está una poderosa maquinaria política reaccionaria, belicosa y fundamentalista que es el movimiento neoconservador norteamericano, surgido a mediados de la década de los años 30 del siglo pasado en New York, y que fue creciendo, desde las sombras y como fuerza conspirativa dentro del sistema político norteamericano, hasta llevar a Ronald Reagan al poder; resistir la derrota de Bush padre ante Bill Clinton; torpedear los ocho años de la administración de este; hacer “triunfar” a un personaje inepto como George W. Bush y mantenerlo en el poder por dos mandatos; resistir de nuevo, y hacer todo el daño posible a los ocho años de la administración Obama, regresando ahora de la mano de Trump.

Las diatribas aislacionistas de Trump, su belicosidad contra los tradicionales aliados europeos y asiáticos, su feroz nacionalismo ordinario y bajo, sus amenazas contra mecanismos de concertación comercial, como el Tratado de Libre Comercio de las Américas (NAFTA)  o el Tratado Transpacífico (TPP), son de raíz netamente neoconservadora. No son ni anti-sistema, y mucho menos revolucionarios.

Su defensa del neoliberalismo y los enfoques ultraconservadores en la organización social; sus amenazas de reducir el  papel y tamaño del Estado, dejándolo a merced de los tiburones transnacionales y sin importar el costo social de tales operaciones, sumado a sus medievales enfoques sobre la mujer, los homosexuales, las minorías y los inmigrantes, son de extrema derecha, como siempre ha sido el programa neoconservador, pero expresados en un falso lenguaje aparentemente progresista y radical.

Trump no es anti sistema, y mucho menos progresista.  Es un populista de derecha, como lo fue Sarah Palin, y su antecedente inmediato, el oscurantista Tea Party, y demagogo como lo fue Hitler. Precisamente por eso, es sumamente peligroso en momentos de crisis de valores, estancamiento económico, auge del terrorismo, flujos incontrolados de inmigrantes, pérdida de las identidades culturales locales y avance deshumanizado de la globalización.

Trump, como antes pensadores y políticos neoconservadores como Jeanne Kirpatrick, William Kristol, Francis Fukuyama, Richard Perle, Dick Cheney, Elliot Abrams, y contertulios, son la más refinada arma conservadora y reaccionaria del sistema: son en sí mismos, la quintaesencia del sistema, por eso, aunque metamorfoseados en algo supuestamente novedoso, atractivo y revolucionario, con respecto a la corrupta casta de los políticos de la élite tradicional de su país, auguran políticas que afectarán sensiblemente los avances de regiones como América Latina y el Caribe, fomentarán enfoques guerreristas y procurarán llevar al mundo al borde de una peligrosa confrontación mundial.

Para los neoconservadores, antes del 11 de septiembre del 2001, la consigna estaba resumida en hacer triunfar e imponer al resto del mundo lo que denominaban como “Proyecto para un Nuevo Siglo Americano”. Hoy, para Donald Trump, sujeto ególatra en manos de quienes manejan el sistema profundo e inconmovible, es “Hacer de nuevo grande a América”.

Para el MIU, y el pueblo dominicano, como para las fuerzas revolucionarias y progresistas del mundo, la victoria de Donald Trump constituye un aldabonazo sobre la conciencia, y significará la búsqueda de más información, movilización y conciencia; más estudio y análisis, y más enfoques críticos sobre nuestra realidad. Nunca tuvimos un candidato favorito en la lid electoral norteamericana porque ambos representaban, y representan, dos caras de una misma amenaza.

Quienes están acostumbrados a luchar por sus ideas, y sus principios, no encuentran en estos resultados electorales nada que los asuste. Serán tiempos difíciles, pero al final, como atestigua la historia, todos estos delirios imperiales, siempre terminan bajo las ruinas de la derrota. Así los pueblos, en la etapa más reciente, han visto desfilar hacia el basurero de la historia a Richard Nixón, Ronald Reagan o George W. Bush.

A Donald Trump le espera el mismo destino inexorable.       

 

Por Miguel Mejía

MIU

 

 

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