Frutos

Cuando me encuentro con amigos y amigas, a quienes tengo años que no veo, como me ocurrió recientemente en un funeral, donde me encontré con una pareja, cuyos hijos compartieron la primaria y secundaria con los míos, me doy cuenta por qué he…

Cuando me encuentro con amigos y amigas, a quienes tengo años que no veo, como me ocurrió recientemente en un funeral, donde me encontré con una pareja, cuyos hijos compartieron la primaria y secundaria con los míos, me doy cuenta por qué he mantenido durante tantos años esta columna. Después de un saludo afectuoso, tan cercano como si nos viéramos todo el tiempo, la pregunta de ambas partes fue: “Dime de tus hijos, ¿cómo están?”. La respuesta de mi amiga fue: “Gracias a Dios me han salido tan buenos que ha valido la pena el esfuerzo y, como tú sabes , dedicación que les hemos dado”. De igual forma, les respondo cuán agradecida me siento al igual que ellos de cómo los míos también me han salido buenos. Este término, “buenos”, implica responsables, trabajadores, honestos, pero sobre todo con valores asimilados y expresados en el estilo de vida que ya de adultos los mismos muestran en la sociedad. El tema central y prácticamente único fue lo relacionado al resultado de una educación adecuada. Es por ello, que cada semana y sin cansarnos intentamos llevar un mensaje que, directa o indirectamente, ayude a fortalecer y mantener el grupo social más importante, base de toda sociedad, que es la familia. Hago este enfoque de manera especial para aquellos padres jóvenes, los cuales están levantando o formando individuos en espera, al igual que nosotros, aunque nunca se termina de enseñar de parte de los progenitores, de inculcarles la importancia de solidificar cada vez más los nexos dentro del hogar y hacerles conciencia de que lo más importante en sus vidas es y debe ser su familia. Se hace difícil en este momento poder mantener este núcleo saneado, en vista de que mantenemos una lucha constante entre lo que queremos establecer y el bombardeo permanente que produce el medio. Sin embargo, aunque haya que luchar de forma permanente contra la corriente, no se debe permitir que se desvirtúen los parámetros y paradigmas internos dentro de nuestros hogares, con los cuales se están formando los que hoy son niños, pero que serán los hombres y mujeres del mañana. Lo más importante es reconocer cómo se debe celosamente defender, cuidar y mantener, sin cansarse, la prevalencia de familias equilibradas, aunque para ello sean necesarios grandes sacrificios, pero, que a la postre, valen la pena.

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