Homilía de Corpus Christi (2 de 2)

Introducción:A solicitud de muchos entrego por escrito el texto de mi homilía en la Fiesta del Corpus Christi 2011, pronunciada en el Estadio Cibao. Dada su extensión debo dividirla en dos entregas, pero, si se mira bien, cada una se sostiene por sí m

Introducción:
A solicitud de muchos entrego por escrito el texto de mi homilía en la Fiesta del Corpus Christi 2011, pronunciada en el Estadio Cibao. Dada su extensión debo dividirla en dos entregas, pero, si se mira bien, cada una se sostiene por sí misma, aunque es claro que la visión completa la da el texto íntegro.  He aquí la segunda entrega.

Agradezco al padre Carlos Santana la transcripción del “lenguaje verbal” al “lenguaje escrito”.

8. Hemos dicho que tus manos y las mías son altar, pero también tu lengua y mi lengua cuando comulgamos se convierten en altar ¡Tu lengua, tu lengua y mi lengua son altar de Cristo! Observen qué manteles tan preciosos tiene este altar. Miren cómo nosotros nos encontramos limpios, revestidos de blanco para celebrar este misterio. Así también deben estar tu lengua y la mía para recibir a Cristo ¡Sí! Tu lengua, esa lengua tuya que algunas veces la usas para cortar, matar, herir, violentar, atacar al otro. Tu lengua, es parte de Cristo porque tú vas a ser altar y Cristo cuando entra en ti nunca te va a decir: “tu lengua está sucia porque la usas para crucificar a hermanos míos”, pero tú eres altar! ¡Qué bueno es Cristo! Todos somos pecadores, pero Cristo viene a nosotros, no porque seamos perfectos, sino porque somos imperfectos. Y el que comulga no es porque sea un santo perfecto. El que comulga es porque quiere ser mejor. Cuando ya seamos perfectos estaremos en el cielo. En el cielo no habrá comunión, ni habrá altares, ni habrá Eucaristía, porque Cristo será todo en todos y todo será luz. Pero ahora, como tenemos lenguas y manos que matan, nuestras lenguas y nuestras manos reciben a Cristo ¡Bendigamos a Cristo, que es capaz de venir a nuestras lenguas, que muchas veces están sucias, y con humildad le podamos decir: “Señor, tú haces de mi lengua un altar, y yo la quiero tener blanca como el mantel y blanca como mi traje de cristiano”! ¡Cristo Jesús, cómo mereces que te aplaudamos por el amor y la misericordia que tú tienes con nosotros. Bendito seas, Señor Jesús!

9. Del altar, de la mano del sacerdote, de tu mano y de tu lengua, Cristo pasa a tu corazón: ¡Tú eres un Cristo vivo! ¡Cristo mora en ti! No caigan, en el cuentazo que hace Satanás, de hacernos creer que somos menos. Somos dignos de Dios, porque él nos ama. No somos nosotros, es Dios que nos hace dignos. Cuando yo veo la fiesta de Corpus Christi yo digo hay una persona que está rabiosa hoy: el diablo, está rabioso por esta fiesta. Y él no puede con ella. Y los que son del diablo tienen que estar molestos. ¡Por eso a Cristo Jesús, vencedor del mal y que nos ayuda a vencer al diablo, le damos el aplauso porque Él nos ayuda a vencer a Satanás que nos quiere hacer menos! ¡Cristo está en tu alma, tú eres mesa y altar, igual que esta mesa y altar que está aquí!            

10. Y pasemos a la familia. He pensado tantas veces que cada familia es un templo. Y pienso en el vientre de ustedes, madres. Ustedes tienen en sus vientres la vida. Igual que María tenía en su vientre a Jesús. El vientre de ustedes, madres, con cada niño que está allí es pan y es vida. ¡“Yo soy el pan vivo bajado del cielo”!, dice el Señor. “Y he venido a dar vida, no a matar”. Queridas madres que han pasado por la experiencia de tener un aborto o de aconsejarlo: Yo sé cuánto sufren ustedes. Yo sé que muchas de ustedes se han confesado, que Dios las ha perdonado, que la Iglesia las ha perdonado, pero ustedes no siempre se perdonan a ustedes mismas ¡Cuánto sufren las madres cuando matan la vida! Cuando yo me reúno con los psicólogos y los psiquiatras me dicen: “Monseñor, el problema más grande que se nos presenta a los psicólogos y psiquiatras es ayudar a una madre que ha abortado a reconciliarse con ella misma, a tomar conciencia de que la vida tiene que seguir adelante”. A nosotros los sacerdotes se nos presenta lo mismo. Cuántas veces a mí como obispo y como presbítero en la confesión lo más duro para mí es ayudar, decirle a una madre: “Perdónate, como Cristo te perdona, como la Iglesia te perdona”. Cada madre que ha dado a luz un hijo es una madre que ha dado la vida, que ha dado pan de vida ¡Madres que dan vida, un aplauso para ustedes. Y un aplauso para todas las madres que conservan la vida!

11. Y ya que tocamos el tema de la familia, permítanme hacer esta reflexión a propósito del lecho matrimonial.  En su lecho matrimonial se concibe la vida. Hay una relación sexual, un placer, pero es una relación que está abierta a la vida. Por eso Dios ha querido que en la unión del hombre y de la mujer haya esa relación sexual. Toda relación sexual es para abrirse a la vida, para que nazca un niño. Por eso el lecho los cristianos lo ven como un altar donde se concibe la vida, donde hay alegría, donde hay felicidad. Por eso un lecho nupcial, un lecho matrimonial, no se puede violar. ¡Cuánto sufro y cuánto me duele a mí cuando oigo decir que un hombre se acuesta en un lecho que no es su lecho nupcial! ¡Eso es una profanación! Es como si yo profanara este altar. Es como si yo profanara la vida ¡Benditos sean los lechos nupciales, los lechos matrimoniales, las camas, que conciben la vida, para dar vida! Porque Cristo dijo “Yo soy el pan vivo bajado del cielo… y he venido para dar vida”, el lecho matrimonial es para dar vida, no para matar, sino para dar felicidad ¡Felicidades, en el lecho nupcial bien usado. Felicidades en el placer y en la felicidad que Dios les da a ustedes en sus relaciones y que nos aparte a nosotros de las relaciones ilícitas, y que no profanemos ninguna cama ilícitamente porque Dios quiere que tengamos la vida! 

12. Y ahora, consideremos brevemente la mesa familiar. La mesa de la familia es mesa para la vida. Invito a que siempre comamos en la mesa familiar varias veces. Hay mucho trabajo, yo lo sé, pero la mesa familiar es para que tengamos vida. ¡Coman en las mesas! ¡Mamás, no se escondan en las cocinas, no sirvan a los hijos solamente. Siéntense ustedes, sirvan y coman! ¡Padres, esperen a sus hijos. Siéntense a la cabeza de la mesa! Necesitamos la mesa familiar. Así como el altar es la mesa donde se nos da el pan que da la vida, también en la mesa familiar, al compartir el pan, se nos da la vida ¡Benditas sean las mesas familiares! ¡Benditas sean las mesas de las familias donde Cristo también da el pan de vida!

13. Por último, permítanme referirme a la mesa de los bienes del mundo. Cristo nos da también la mesa para que compartamos los bienes, para que compartamos el pan. “Te conocimos, Señor, al partir el pan”, cantamos. Por eso nosotros, cuando tenemos el altar, cuando tenemos la mesa, cuando tenemos la cruz, pensamos en los hermanos que no tienen ni el pan del cuerpo ni el pan de vida. Por eso preparamos a nuestros niños, jóvenes y adultos para la primera comunión, para que todos y todas tengan vida abundante. En la mesa de la vida Dios nos ha invitado a que todos compartamos los bienes y comamos de un mismo pan. Dios no quiere que nadie se acueste con hambre. Dios no quiere eso. Somos los hombres, egoístas, que tomamos el pan de los demás. Lo tomamos o lo botamos. El Dios del amor nos ha invitado a que el pan sea para todos.  Tengo un sueño: El sueño de que se diga en Santiago “nadie pasa hambre del cuerpo y nadie pasa hambre del pan de Vida, de Cristo Jesús”. Que todos puedan acercarse a la mesa de la vida y a la mesa del altar ¡Qué sueño para nosotros los cristianos, para nosotros los católicos! ¡Qué sueño!: Hacer que el pan llegue a todos. Hacer que Cristo pan de vida llegue a todos ¡No nos cansemos, no nos sentemos, aunque estemos viejos no nos sentemos en las mecedoras a morir! ¡Pongámonos de pie y busquemos el pan! ¡Abuelos: den pan a sus nietos! ¡Abuelos, adultos, empresarios: produzcan riquezas para dar bien a todo el mundo, para dar pan! Dice el Señor: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo y quiero que todos coman y tengan vida! ¡Oh Cristo Jesús, bendito seas por tu mensaje: “Danos hoy nuestro pan de cada día, el pan del cuerpo y el pan del alma”. ¡Qué oración tan preciosa nos da el Señor! ¡Hay de nosotros si no partimos el pan! Dichosos ustedes.  Dichosos nosotros porque somos todos testigos del Pan de vida, porque Dios nos hace participar de su mesa ¡Dichosos nosotros porque hoy hemos caminado con el Pan de vida!

14. Concluyo con esta última idea: Cuando venía en la procesión yo pensaba: “En los años cincuenta estuvo monseñor Polanco y ya no está. Estuvo Mons. Adames y ya no está. Estuvo Mons. Flores y ya no está. Estoy yo y dentro de unos años ya no estaré”. Y me decía: “No estamos los que presidimos las procesiones de Corpus Christi siempre, pero quién está siempre es Cristo.  ¡El único que permanece!

(Disponible en: www.arquidiocesisdesantiago.com)

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, a los 03 días del mes de agosto del año del Señor 2011.
† Monseñor Ramón de la Rosa y Carpio es el arzobispo de Santiago

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas