Horizonte electoral

El regreso del expresidente doceañista al poder está sustentado en el impedimento constitucional al actual Presidente, en la enorme cantidad de recursos económicos a su disposición y en su dominio de una parte importante del Partido, amén del…

El regreso del expresidente doceañista al poder está sustentado en el impedimento constitucional al actual Presidente, en la enorme cantidad de recursos económicos a su disposición y en su dominio de una parte importante del Partido, amén del apoyo recíproco entre él y algunos órganos del Estado. No es poco.

No está basado en sus anteriores ejecutorias, principalmente, no en la de su último período presidencial el cual dejó mucho que desear; y vaya paradoja, quizás, entre otras razones, las falencias de esta es lo que lo hace buscar con más ahínco su vuelta al poder: el deseo de reivindicarse. El contén natural a esas aspiraciones habría sido un partido de oposición, o partidos unificados, con un proyecto sano y creíble para la nación y que le diera fortaleza electoral. En el actual escenario político nada de eso existe. De tan evidente, huelga embarcarnos en dar explicaciones.

La cuestión nodal que ya otros han planteado: Vista la extraordinaria aprobación de las ejecutorias del actual presidente y la aceptación que al mismo evidencian todas las encuestas de opinión: ¿consideramos la reelección?

No niego que tal consideración repugna a todos aquellos que quedamos marcados, afortunadamente, por la polémica que en julio de 1973 y luego en mayo de 1976 sostuvieron don Enrique Apolinar Henríquez y don Hugo Tolentino Dipp, sobre las bondades y desgracias que acarrea tal ejercicio, y que nos decidimos por dar la razón a este último. Sin embargo, aparcando razonamientos tan contundentes, ¿qué opción nos queda?

Secuestrado “el partido de la esperanza nacional”, atisbo de división en el recién formado partido del otro expresidente, la tortuosidad en el crecer de los movimientos de masa, reitero, ¿que nos queda? ¿Aceptar “el hecho consumado” de la vuelta del recién pasado Presidente? No, no ahora, no solo porque su impaciencia no ha dado respiro a justipreciar su obra, y aun así, muchos entienden que ya su Partido le ha dado la presidencia en más de una oportunidad para realizar cualquier proyecto de nación que tuviera en mente; además, porque en la fábrica de presidentes que tanto menciona, él es un obstáculo para que estos productos salgan a la venta; porque debe hacer un esfuerzo para congeniar su decir y hacer.

¿Es conveniente la reelección del actual Presidente y están a tiempo el país y los partidos para realizar los cambios pertinentes a tales fines? La respuesta es sí a ambas cuestiones. El Presidente es la mejor opción y en cuanto al tiempo, todo depende de si queremos hacer un simple trámite de reforma o si queremos embarcar al país en un proceso traumático. Para los ‘aspaventosos’, dije simple y dije trámite. Quienes estén en sintonía con lo que el pueblo quiere y que reiteradamente lo ha manifestado en las encuestas, lo harán simple y si no, el pueblo se lo tomará en cuenta. Y es un modo también del PLD permanecer unido.

Los dos expresidentes deben entender que hay ventajas en tomar tiempo, uno, para higienizar su entorno, recobrar su imagen liberal y desarrollar empatía en su entorno partidario; el otro para dar un mejor acabado al nuevo proyecto de Partido, foguearlo en el próximo certamen y madurar su delfín en caso de que decida apoyarlo a una futura postulación. No lo niego, hay mucho para negociar y pactar y por tanto, mientras más temprano mejor porque como afirma el pueblo “el pasmo con tiempo tiene remedio”.

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