Las ideologías y la democracia

Discutir ideas es el atributo de las sociedades democráticas. Sin embargo, frecuentemente nos resulta imposible discutir con personas con una inflada autoestima, convencidas de poseer unos postulados o ideologías, que explican plenamente la realidad&#82

Discutir ideas es el atributo de las sociedades democráticas. Sin embargo, frecuentemente nos resulta imposible discutir con personas con una inflada autoestima, convencidas de poseer unos postulados o ideologías, que explican plenamente la realidad social. Aunque estas personas pretenden defender principios, en el fondo están impulsadas por emociones, que las hacen propensas a la indignación, la denuncia, en vez del diálogo. Este elemento emocional también explica que cuando los hechos, siempre tercos, no encajan con sus postulados ideológicos, prefieren negar o falsificar la realidad, que admitir la falsedad de su ideología.

Tras la caída del muro de Berlín se proclamó el fin de las ideologías, lo que resultó ser un anuncio precipitadamente equivocado. Ciertamente, el colapso del estado socialista arrastró en su caída la ideología del socialismo “científico”. No obstante, hoy estamos bajo la influencia de nuevas ideologías que nos influyen, a veces, sin percatarnos.

Se postula un mundo sin fronteras, inspirado en la Unión Europea, cuya expansión hacia el este ha terminado en una gravísima confrontación con Rusia. Frecuentemente, escuchamos a dominicanos proclamar dicho postulado, a pesar de pertenecer a un pequeño país insular, donde una visa norteamericana resulta una necesidad, y un privilegio. Pero nada debe sorprender, cuando de ideologías se trata.

El postulado de un mundo sin fronteras está asociado a otro que reivindica el derecho a la igualdad de oportunidades, sin importar el lugar de nacimiento, tal como se afirma en una monografía sobre nuestro país, auspiciada por las Naciones Unidas. Traducido a nuestra realidad resulta que un país incapaz de enfrentar la pobreza propia, debe hacerse cargo de una pobreza ajena, aun más dramática. Semejante desatino ha provocado en el contexto de países más ricos, el auge de partidos populistas o neo-fascistas, antiinmigración.

Abundan los ejemplos de estos pensamientos ideológicos. Los derechos de las personas poseen una categoría absoluta. Siendo así, el derecho de propiedad de la mujer sobre su cuerpo justifica el aborto. Argumento absurdo y retrogrado, pues no hay derecho de propiedad ilimitado, sobre todo, cuando está en juego la vida de otro ser. Fuimos testigos de la indignación y descalificaciones expresadas al rechazo del plan de paz en Colombia, que no castigaba severamente a aquellos que cometieron crímenes contra la humanidad. Es evidente, la inconsistencia de no apoyar castigar dichos crímenes, pero no esperemos consistencia lógica en personas impulsadas por emociones.

En la actualidad, las democracias están amenazadas por este nuevo auge de las ideologías, que se caracterizan por la descalificación moral de los contrarios, y por ende, son contrarias al diálogo y la convivencia tolerante. Y lo que es peor, dicha actitud genera reacciones igualmente intolerantes, tales como el auge de los neofascistas y populistas. Como resultado, la democracia se ve hoy atacada por varios flancos.

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