Lecciones de unas elecciones (y 2)

El torneo electoral pasado, tal como planteamos en el artículo de la semana anterior, provoca lecturas propias, experiencias particulares e…

El torneo electoral pasado, tal como planteamos en el artículo de la semana anterior, provoca lecturas propias, experiencias particulares e interesantes lecciones, dado que el panorama electoral fue, como todos, único. Los liderazgos en juego resultaron muy fortalecidos unos y muy maltrechos otros y evidenciaron por demás, que algunos no son tales o que son simplemente inorgánicos o virtuales.

Es evidente que en el caso de Danilo Medina, su triunfo le sella como líder en el poder con un programa de alto contenido social, que coloca al ciudadano como objetivo principal dentro de una agresiva política social, a realizar en un ambiente de crecientes expectativas. Hipólito Mejía, autoproclamado líder de la oposición, enfrenta una delicada posición interna, con estrategia de echarle la culpa “al otro” del fracaso propio. El PRD vive otra crisis, una de las tantas que ha sufrido desde su fundación en el 1939. Vale recordar que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) nace de un sisma en el que Juan Bosch abandona su creación política y forma tienda aparte, con un puñado de cercanos seguidores.

Entre los aliados del PLD no se presenta la crisis de liderazgos individuales porque el asunto es compartir el triunfo. Diferente situación se desprende del fracaso electoral de los aliados del PRD, donde el triunfalismo prendió de tal manera, que no hubo espacios para considerar la derrota ni el fracaso. Se puede decir que el mejor promotor de Medina fue sin dudas Mejía y su incontenible hemorragia verbal, que hizo que algunos de sus parciales entendieran que no quería ganar.

Hatuey Decamps en algún momento creó la expectativa de que el candidato que él apoyara, ganaría “de calle”, suponiendo un mitológico caudal de votos. El apoyo de Amable Aristy Castro dio la sensación de que la candidatura motivo de su decisión, resultaría imbatible. Se habla de cuantiosos recursos condicionados, que nunca llegaron a su destino.

En el saco de Héctor Rodríguez Pimentel, cuyo salto al vacío fue un inexcusable acto de malabarismo político bajo la premisa de que si había “grasa” su “liderazgo” funcionaría. Lo cierto es que entre maltrechos liderazgos está por verse el futuro desempeño de partidos averiados y otros que no están en el ánimo de recibirles como hijos pródigos. Entre los partidos pequeños, la dignidad y la ilusión fueron motor impulsor, con resultados pírricos, ante el caudal de votos que la polarización absoluta arrastró.

En pie de guerra interna, el PRD sirve de marco a los preparativos de un nuevo gobierno, y ante una sociedad que demanda transformaciones medulares y la solución a problemas endémicos, confiada en que se hará con valentía y equilibrio.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas