Lula y la derecha

Una de las primeras tareas de Luiz Inácio Lula da Silva al asumir la presidencia de Brasil en 2003 fue reunirse con los más importantes grupos empresariales del gigante sudamericano para delinearles su visión de futuro en materia económica. Les…

Una de las primeras tareas de Luiz Inácio Lula da Silva al asumir la presidencia de Brasil en 2003 fue reunirse con los más importantes grupos empresariales del gigante sudamericano para delinearles su visión de futuro en materia económica. Les dijo, palabras más o palabras menos: “Quiero que trabajemos juntos Gobierno y sector privado, porque quiero que ustedes ganen más dinero”. Cinco años después no solo habían ganado más dinero sino que habían ganado mucho dinero, demasiado podría decirse, mientras el país ingresaba el exclusivo club de las grandes economías, sentado en la mesa con Estados Unidos, Alemania, Japón, Canadá, Francia, Reino Unido, Rusia, China, España, Italia, entre otros. Al mismo tiempo se creaba el grupo de países BRIC, un club donde están las potencias económicas en ciernes. Y no solo por el tamaño en términos geográficos ni en términos poblacionales, pues existen otras naciones de millones de kilómetros cuadrados y 200 millones de habitantes, que, sin embargo, pertenecen al mundo subdesarrollado. Hablamos en el sentido de la importancia económica, la cual se determina, entre otros factores subjetivos, por el tamaño de su producción y su incidencia en el mercado mundial.

Sin embargo, un hombre como Lula y las administraciones del PT que durante 13 años se han dedicado a ensanchar la base productiva de su país y contribuir a la mejoría de millones de ciudadanos que antes comían de los zafacones, se ven asediados por los sectores derechistas valiéndose de expedientes como plataforma de linchamiento político. Un país que padeció durante años una brutal dictadura militar, cuya principal impronta fuera la sistemática violación de los derechos humanos, vivió luego períodos grises con las administraciones de José Sarney, Fernando Collor de Mello -un derechista aupado por los grupos de poder y que fuera defenestrado por corrupción- y su sucesor Itamar Franco, alcanzando un brillo muy tenue con Fernando H. Cardoso. A Lula se le debe reconocer que concentrara sus mayores esfuerzos en hacer de su país una potencia económica, dándole al sector privado todas las facilidades que las reglas del juego del capitalismo permiten. Pero el pago que está recibiendo es una campaña bestial patrocinada por esos mismos empresarios cuyos candidatos han sido derrotados en cuatro ocasiones seguidas por Lula, PT y aliados.

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