Un mal argumento a favor de la agenda LGBT

El edificio moral de Occidente se cimentó sobre la respuesta que Sócrates intentó formular, en La República, al sofista Trasímaco, quien afirmó que la justicia y lo justo no es más que aquello dictado como tal, por el más poderoso. De esta…

El edificio moral de Occidente se cimentó sobre la respuesta que Sócrates intentó formular, en La República, al sofista Trasímaco, quien afirmó que la justicia y lo justo no es más que aquello dictado como tal, por el más poderoso. De esta afirmación se desprende una visión pesimista sobre los hombres, pues su esencial egoísmo les impide definir la justicia de manera objetiva.

De esta discusión se deriva la bien conocida expresión inglesa: “Does might makes right?” ¿Define el poder lo correcto? Esta polémica expresión ha sido respondida por grandes hombres hasta nuestros días. El extraordinario Abraham Lincoln puso de cabezas esa expresión al afirmar, en su discurso de Cooper Union, “Tengamos fe que el derecho (lo justo) da fuerza, y en esa fe, todos, hasta el fin, cumplimos con nuestro deber como lo entendemos…”

En un artículo anterior cité las palabras valientes de Miguel de Unamuno, en un cara a cara, en plena guerra civil española, con el jefe de la legión extranjera: “ Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir, necesitáis algo que os hace falta: razón y derecho en la lucha…”

Si ciertamente el poder no define lo justo, mucho menos lo puede determinar el dinero. Es cierto que vivimos en una cultura mercantilista, donde para no pocos las categorías económicas parecen ser el índice del bienestar social, y hasta del estado moral. La respetada pensadora judía Hannah Arendt criticó que en la sociedad moderna no hablemos de virtud, sobre todo de virtud cívica, sino de “valores,” una expresión tomada prestada del pensamiento económico, pues el valor de algo lo fija la oferta y la demanda.

Siendo así, postular la conveniencia de la agenda LGBT basándose en la conveniencia económica de un importante mercado es un argumento éticamente rebatible, y errado, pues muchas actividades económicas resultan altamente rentables y moralmente cuestionables, por el daño que le hacen a la sociedad: el tráfico de drogas, el lavado, entre otras.

La sociedad dominicana está sumida en una profunda crisis moral de la que somos responsables los dominicanos, y solo los dominicanos, quienes salimos cada día con un martillo en la mano a dar golpes a los cimientos morales de nuestra sociedad, demostrado por nuestra falta de respeto por los demás; por la vulgaridad prevaleciente en sectores de los medios de comunicación; por el interés de buscar “lo mío,” en contraposición al bien común; y, por permitir que cualquier personaje funesto se convierta en árbitro social.

En estas circunstancias, necesitamos que personas socialmente influyentes presenten argumentos morales válidos, y que además contribuyan a contrarrestar el desorden social y moral en que estamos viviendo. 

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