En los últimos 18 meses hemos escuchado hablar sobremanera del desarrollo del fenómeno climático El Niño, se enumeraron sus efectos y posteriormente se anunció su debilitamiento. Las consecuencias, por su presencia en el océano Pacífico ecuatorial, se dejaron sentir en todo el planeta, siendo las principales incidencias la reducción de las lluvias, el aumento de las sequías, el incremento del calor, la aceleración en el deshielo del Ártico y fuertes inundaciones en América del Sur y países de Europa.
Pero hay otro fenómeno, con características muy distintas, que podría empezar a dar señales a finales de junio o principios de julio en la misma zona del Pacífico: el fenómeno de La Niña. La diferencia elemental radica en las temperaturas del océano próximo a Suramérica: con El Niño sucede un calentamiento extraordinario de la superficie del mar, mientras con La Niña ocurre todo lo contrario, un enfriamiento muy significativo de esa región.
Este año podríamos tener dos escenarios en la región del Atlántico, la zona que nos compete, con el desarrollo de La Niña: el primero, que se desarrollen más ciclones tropicales de lo normal, lo cual sería una amenaza muy seria para el Caribe y República Dominicana, debido al aumento de la humedad en el océano y a la disminución de los vientos cortantes. El segundo panorama podría ser menos alarmante por la anomalía en las temperaturas que se está registrando en el Atlántico norte, al sur de Groenlandia; este enfriamiento podría esactivar la energía que toman los huracanes del mar y reducir el impacto de ciclones fuertes al Golfo de México y al oeste de la región caribeña.
El efecto positivo de La Niña para el territorio dominicano será el incremento en la producción de precipitaciones a nivel nacional, situación que vendría a paliar la extrema sequía que ha afectado al país; sin embargo, esta generación de más lluvias podría tornarse peligrosa en ciertos momentos con el riesgo de intensas inundaciones en zonas vulnerables.
