Papa pide espacio para la reconciliación

Ciudad del Vaticano. El papa Francisco cerró el domingo la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, con lo que formalmente puso fin al Año Santo de la Misericordia, el que declaró para enfatizar la necesidad de una mayor reconciliación…

Ciudad del Vaticano. El papa Francisco cerró el domingo la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, con lo que formalmente puso fin al Año Santo de la Misericordia, el que declaró para enfatizar la necesidad de una mayor reconciliación y perdón en la Iglesia y en el mundo.

“Pidamos la gracia de no cerrar nunca las puertas de la reconciliación y el perdón, y de saber cómo ir más allá del mal y de las diferencias, abriendo todo camino posible de esperanza”, dijo el papa durante la homilía.

A las 9.59 horas locales (08.59 GMT) cerró las dos pesadas hojas de la Puerta Santa, las mismas que el pasado 8 de diciembre abrió ante la mirada, entre otros, del papa emérito Benedicto XVI, la segunda persona que cruzó entonces esta puerta después de Jorge Bergoglio.

Una vez cerrada, Francisco se dirigió a la Plaza de San Pedro, donde esperaban para escucharle miles de personas procedentes de diversas partes del mundo.
Según datos de la Gendarmería Vaticana, unos 70,000 fieles asistieron a la ceremonia en la Plaza de San Pedro del Vaticano, en la Vía de la Conciliación -que une Roma con el Vaticano- y en las calles colindantes.

A la ceremonia también asistieron delegaciones de gobiernos de diversos países y cardenales de la Iglesia católica, entre ellos los purpurados que fueron creados el sábado por el pontífice, como el cardenal español Carlos Osoro, el venezolano Baltazar Enrique Porras Cardozo o el mexicano Carlos Aguiar Retes.

En su homilía, el papa destacó el valor de la misericordia, palabra que ha sido clave durante este Jubileo que ha vivido la Iglesia católica. Lamentó que en ocasiones “la fuerza de atracción del poder y del éxito se presenta como un camino fácil y rápido para difundir el Evangelio” y defendió una Iglesia “que resplandece cuando es acogedora, libre, fiel, pobre en los medios y rica en el amor, misionera”. “La misericordia, al llevarnos al corazón del Evangelio, nos exhorta también a que renunciemos a los hábitos y costumbres que pueden obstaculizar el servicio al reino de Dios; a que nos dirijamos sólo a la perenne y humilde realeza de Jesús, no adecuándonos a las realezas precarias y poderes cambiantes de cada época”, dijo. 

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