Relaciones domínico haitianas, premisas

Escribo para decir las verdades de la campánula… Escribo para gritar Libertad al vuelo del milano y para el perfume de los amantes recostados…

Escribo para decir las verdades de la campánula… Escribo para gritar Libertad al vuelo del milano y para el perfume de los amantes recostados en signos de compasión. Escribo para la abundancia de la hierba mojada y para el rocío de la mañana en los estanques del abadejo…

Escribo por la libertad del hombre en su carne por la ebriedad del colibrí y por la vigilancia de las vírgenes…

Escribo por los incas asesinados por los taínos despedazados como afiches abandonados.

Escribo por este país que no reconozco en absoluto país de rumores y de cambios bruscos de humor escribo por la implosión de las flores y la evolución de las cigarras.

Escribo por la paz de los vivos y por la tranquilidad de los muertos.

Escribo por la seguridad de la isla entre dos latidos del corazón…

Escribo por la latitud de las melancolías extraviadas por la alianza de los corazones sin omisión alguna.

Escribo para gritar Libertad del indio y del negro bajo el humo de las islas y a cada paso de los conquistadores.

Oh tierra sin edad, Tierra de arcilla y de nácar en busca de un destino feliz. Lugar de Nacimiento, por Saint-John Kauss.

Inicio esta serie de varios artículos sobre Haití con un fragmento de una hermosa poesía del poeta Saint-John Kauss, nacido en Hinche, Haití, en 1958. Aunque tiene mucho tiempo residiendo en Quebec, sus poemas evocan siempre la triste realidad del pueblo haitiano.

He pensando mucho para escribir estos artículos. El tema de las relaciones domínico haitianas tiene muchas aristas y toca muchos intereses económicos, políticos y sociales. He dividido esta serie de trabajos en 5: Premisas, verdades, futuro, propuestas y el último, la otra cara de Haití.

Estas son pues, mis premisas con respecto a las relaciones bilaterales de la República Dominicana con Haití:

Premisa: Vínculos históricos indisolubles

La República de Haití y la República Dominicana comparten, desde hace más de tres siglos, un destino común. En el siglo XV se produjeron las incursiones europeas de los ingleses, franceses, portugueses y españoles al resto de los continentes. Con sus hazañas marítimas, comenzaron a descubrir, perdón, “encubrir”, territorios en África, Asia y América.  España fue la más agresiva, y se convirtió, de la noche a la mañana en el imperio dominador por excelencia.

La competencia imperial no se hizo esperar. Comenzó la cacería territorial del Caribe en el siglo XVI.  Francia llegó a esta isla y comenzó a poblarla por el oeste. Los españoles, envueltos en sus dramas, vinieron a darse cuenta muy tarde que los franceses tenían de hecho una colonia.

En efecto, en el siglo XVII, cuando el este y el oeste de esta pequeña isla del Caribe, se habían convertido en “propiedad” de Francia y España. El tratado de Ryswick, firmado el 20 de septiembre de 1697 en la ciudad que lleva ese nombre, fue parte de los acuerdos entre las potencias para finalizar la Guerra de los Nueve Años. Una de las condiciones para dar término a los enfrentamientos inter imperiales, era que todas las ciudades y distritos que habían sido capturados desde la paz de Nimega en 1678 debían volver a sus antiguos dueños. Así, Francia entregó varias de las posesiones que tenía ocupadas y que pertenecían al Imperio Germánico. Asimismo, Francia obtuvo de España la parte occidental de esta isla de Santo Domingo, lo que hoy es Haití. España recuperó la Cataluña invadida por los franceses borbones.

Posteriormente fue firmado el Tratado de Aranjuez el 3 de junio de 1777 en la localidad madrileña del mismo nombre. Fue firmado por el conde de Floridablanca, en nombre de Carlos III de España, y el marqués de Ossun, en representación de Luis XVI de Francia. En este tratado se definieron los límites de ambos territorios, basados en los tratados preliminares de 1773 y 1776, para lo cual se realizó un exhaustivo mapa topográfico.

Las luchas inter imperiales no terminaron con estos tratados. La ambición de dominio y control prosiguió. A finales del siglo XVIII, España estaba acorralada y no tuvo más remedio que firmar con Francia un nuevo acuerdo de paz, el Tratado de Basilea, firmado el 22 de julio de 1795 mediante el cual España cedía a Francia la colonia de Santo Domingo. Como veremos en el artículo que viene, el tema fronterizo ha sido objeto de debates, acuerdos, desacuerdos y enfrentamientos. Y, como decía una vez don Claudio Sánchez Albornoz, y lo parafraseo, somos hijos de nuestros padres, nietos de nuestros abuelos, por eso estamos condenados a arrastrar por siempre las cadenas que nos atan a nuestros antepasados.

Premisa: Dos naciones, dos estados

Se ha socorrido la voz de parte de un sector interesado en entorpecer el entendimiento entre ambas naciones, que se busca la unificación de la isla. Lo cierto es que nadie puede negar que en la isla antes llamada Hispaniola, existen dos naciones, dos Estados y dos países distintos, que comparte un territorio común, y con desarrollo cultural y económico diferentes.

Premisa: El futuro de la isla no puede verse dividido

Somos la única isla en todo el mundo que cuenta con dos naciones soberanas, con tradiciones históricas distintas, con culturas diferentes y con idiomas totalmente distintos. La colonia francesa de Saint Domingue, si bien fue la más “próspera” para los grandes blancos, impuso, como en todo el Caribe inglés y francés, el modelo de plantaciones, que tenía como punto neurálgico la importación de negros esclavos procedentes del África. La colonia española de la parte este de la isla, vivía abandonada por España, porque este imperio conquistó tanto territorio que no tenía capacidad de atendernos. Por eso, la esclavitud de la parte este era una realidad menos dramática que la existente en la colonia del oeste.

El futuro de Haití nos impacta directamente y viceversa. Los dominicanos que zarpan por los mares arriesgando la vida a cualquier precio, es el producto de la miseria. Si en nuestro país, las grandes mayorías vislumbraran futuro, no huirían despavoridos hacia Europa y los Estados Unidos. Los haitianos llegan en masa aquí buscando horizonte. Primero vinieron porque los traíamos en lote a trabajar la caña. Muchos se quedaron. Otros llegaron, y llegan todavía, porque en ese país vecino, la palabra esperanza se desvanece. Y, mientras más difícil sea la realidad haitiana, la presión migratoria será cada vez mayor.

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