Sangre y dolor

Aunque aquí la gente muere como moscas, como si la vida poco importara, en elCaribe no terminamos de acostumbrarnos. Aceptar como natural que por motivos incluso desconocidos, que sus promotores no hacen esfuerzo alguno por dar a conocer, se desate&#8230

Aunque aquí la gente muere como moscas, como si la vida poco importara, en elCaribe no terminamos de acostumbrarnos. Aceptar como natural que por motivos incluso desconocidos, que sus promotores no hacen esfuerzo alguno por dar a conocer, se desate la violencia. Muerte, dolor y lágrimas, como si se perdiera ese sentido tan propio de los humanos de valorar el bien más preciado.

Estamos persuadidos de que Ud., amigo lector, desconoce por qué en algunos barrios de Santiago hicieron o hacen una huelga o más propiamente una paralización de actividades de manera compulsiva, por efecto del vandalismo y el desorden. Sin suficientes elementos de información que propicie el conocimiento de la causa. Cuando sin argumentos conocidos se llega al extremo de provocar la pérdida de vidas, es para preguntarse: ¿hacia dónde vamos? ¿Qué motoriza estos comportamientos? ¿Acciones políticas, acciones barriales por demandas específicas o una mezcla de delincuencia y demandas insatisfechas acumuladas? La realidad la desconocemos.

En el caso de San Francisco de Macorís, informaciones dispersas refieren que se pide un “hospital especializado”, escuelas, carreteras, caminos y calles y se repudia la falta de acceso a una determinada autoridad local. Al menos, ahí se levantan algunas banderas, pero nada justifica los métodos de acción.

Navarrete es especial. Ninguna protesta le es ajena. Allí predomina un grupo insurgente siempre propenso a alterar el orden. Navarrete pide agua potable, carretera y equipamiento del hospital municipal. Lo que primero se conoce es la acción, y los motivos conducentes tienen que ser desentrañados.

La acción social se fundamenta en demandas, que deben ser divulgadas durante campañas sistemáticas de sensibilización. Aquí se invierten los factores. Hay un convencimiento de que lo primero es imponer el desorden y la violencia, y quizás entonces surja una instancia de diálogo, cuando esto último siempre ha de ser lo primero.

Primero la sangre, como si no doliera. Como si la violencia fuese una norma de conducta.

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