Suprema Corte

Nos sentimos bien durante el acto de juramentación de 111 magistrados y magistradas que tuvo lugar este martes en el salón Augusto de…

Nos sentimos bien durante el acto de juramentación de 111 magistrados y magistradas que tuvo lugar este martes en el salón Augusto de la Suprema Corte de Justicia. Para alguien que al decir del vulgo es “antisocial”, como este escribidor que no asiste a actividades sociales ni de cherchas entre cofrades y canchanchanes de moda, el acto que presidió el presidente del Poder Judicial, Mariano Germán Mejía, fue diferente y observé que tiene madera para el cargo que ocupa. Durante su breve discurso, previo a la toma de juramento, dijo que compromete su gestión con la transparencia y con la independencia de ese Poder del Estado. Y le tomé la palabra.

Gratos recuerdos

Fue gratificante encontrarnos allí con aquel otrora jovencito, compañero de faena en la vieja redacción del periódico elCaribe, el hoy magistrado Francisco Ortega Polanco. También, con un verdadero hermano, en las buenas y en las malas, el brillante artista del clarinete, agrónomo de aquellos tiempos en el Catarey de Villa Altagracia y excelente profesional del Derecho que hoy ha alcanzado otro escalón en su ascendente y limpia carrera como juez, Miguel Guiliani Disla, quien a partir de la fecha pasará del distrito judicial de aquel municipio a la Corte de Apelación en lo Civil, en San Cristóbal. Y en ese mismo orden me sentí honrado de ver a profesionales de mi comunidad, como Biurkys Milané y la magistrada Calvo, levantar sus manos y jurar que impartirán justicia con equidad y sin parcialidad. Fue una tarde provechosa, que nos dio la impresión de que a pesar de los escarceos y las desavenencias típicas de sociedades como la nuestra, la nación se enrumba por derroteros más optimistas que quizás lo que se percibe en ciertos estamentos que como quien esto escribe, deberían de cuando en vez darse un bañito de solemnidad y de magistratura.

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