En Brasil y Argentina hay pronunciadas molestias de sus gobiernos por las escuchas norteamericanas de las comunicaciones de sus presidentes. La mayor irritación parece que cunde en el gobierno de Dilma Rousseff, sometido a vigilancia, y especialmente una conversación entre ella y el presidente mexicano Enrique Peña Nieto, por cuenta de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). La revelación es parte de los documentos obtenidos por Edward Snowden, el exagente de esa agencia refugiado en Rusia, que desató los escandalosos informes sobre las actividades de espionaje contra gobiernos, incluso aliados. Sería interesante saber hasta dónde fisgonean al gobierno dominicano que tampoco escapa a esa aberrante práctica.
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