Temblores en la casa amarilla

En Santiago no  tembló la tierra, pero temblaron los asientos del estadio cibao y las mesas en los bares cercanos, quizás, también temblaron las piernas de algún jugador.

En Santiago no  tembló la tierra, pero temblaron los asientos del estadio cibao y las mesas en los bares cercanos, quizás, también temblaron las piernas de algún jugador.Pero no hubo sustos en las entradas del estadio, a pesar de la alta asistencia al juego más importante de lo que va de temporada entre los Tigres del Licey y las Águilas Cibaeñas en el estadio Cibao.

La seguridad jugó un papel intachable para controlar la etapa previa al juego.
Las boletas quedaron en tan pocas manos que lo propios revendedores se quejaron de que no pudieron “comprar”.

“Solo me vendieron 20 boletas”, dijo un veterano que solo se identifica como “Papo Boletas”.

El regionalismo se hizo presente entre los revendedores y no faltó la queja de un cibaeño que dijo: “vinieron muchos de la capital a dañar esto”.

Y no mintió porque los agentes del mercado negro serie primera pasaban la docena.

Los precios daban miedo

1,100 por una boleta de preferencia, cuyo precio original es 250 pesos y se llegó a escuchar “tres mil” ante el requerimiento de un ticket de palco que cuesta 700 en boletería.

Pero tras el regateo la rebaja era considerable, más cuando se acercaba la hora del juego, porque no es lo mismo llamarlo que ver los cuernos.

El palco de prensa no dio abasto para un público tan enardecido como los que portaban banderas en el grandstand.

Afuera, los tumultos habían cesado al final de la segunda entrada porque todo pasó en un rato.

Al parecer, nadie quería perder el rito de la alta competencia en su máxima expresión.

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