La Temporada Sinfónica fue imponente hasta el final

Pocas veces se ha visto la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito con tantos rostros llenos de entusiasmo y alegría. Y no es para menos.

Pocas veces se ha visto la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito con tantos rostros llenos de entusiasmo y alegría. Y no es para menos. La Temporada Sinfónica marcaba su final con un concierto encantador. Para la ocasión, el director José Antonio Molina no pudo haber hecho mejor selección para esta gala con la cantata escénica “Carmina Burana”, de Carl Orff, la cual desde su inicio, con su fragmento “O Fortuna”,  logró estremecer cada rincón de la sala.

Para la interpretación de esta pieza, los invitados del coro del Poder Judicial y los niños del coro infantil del Centro de Educación Musical Moderna (CEMM), demostraron una vez más su calidad vocal, recreando un ambiente de pura armonía. Tiernas melodías, graves y agudos, junto a matices dinámicos extremos, sintetizaron su aparición en escena.

Como solistas, la soprano Paola González, el  barítono Jason  Stearns y el tenor Michael Daniel  Bicoy, dieron lo mejor de sí con el fin de mostrar la belleza y perfección que evocan los sonidos de esta clásica pieza, mundialmente aclamada en los más exigentes escenarios internacionales.

Cabe destacar la participación de Paola González, quien  logró captar la atención de los espectadores al entonar su impecable voz, y por qué no, ensimismar a cada quien en su propio ser. De igual manera, Stearns y Bicoy provocaron extendidos aplausos del público en medio de sus actuaciones. Una fiel muestra de que todos confluyeron para que brillara la música espléndida de Orff. 

Sin dudas, una noche de pura adrenalina, excitante. Así podría definirse en pocas palabras el programa. Un imponente escenario iluminado atractivamente, poco usual en espectáculos de esta índole, era el preámbulo para que cada uno de los que tuvieron la oportunidad de ocupar un asiento la pasada noche del miércoles, se remontara a los anhelos de los goliardos medievales.

  Y es que “Carmina Burana” es todo un espectáculo, hay que vivirlo para poder contarlo, y así transmitir a fondo lo que ella expresa. Los timbres instrumentales y vocales son de una riqueza exquisita y grandiosa a la vez. Mucha percusión, metales y maderas, y las cuerdas ¡ni hablar! Reverencias a la orquesta y a su director, quienes lo dieron todo. Un final con sus osados tiempos, vibrantes ritmos y melodías de ensueño.

Sin duda, la forma magistral marcó el entusiasmo para esperar con ansias la nueva temporada. Una cantata escénica verdaderamente compleja, de alta demanda para todos los involucrados, quienes salieron airosos y triunfantes en una noche donde el espíritu y la magia de su creador, Carl Orff, se adentró por las venas de grandes y pequeños.

Y así fue, como lo habían adelantado los organizadores, el final de la temporada fue un espectáculo inolvidable, cargado de solemnidad y de excelencia musical, que dejó al descubierto el talento dominicano y el acelerado crecimiento de este género  en el siglo XXI.

Una joya de la música clásica tradicional

Esta pieza de la musica clásica del siglo XIX, compuesta entre 1935 y 1936, utiliza como texto algunos de los poemas medievales de Carmina Burana, nombre dado a la colección de cantos goliardos de los siglos XII y XIII.

La exquisita obra, elegida por el maestro José Antonio Molina para el final de la Temporada Sinfónica, se compone principalmente de versos en latín, aunque cuenta con fragmentos en alemán y provenzal antiguo.

De la colección completa, Orff escogió 25 canciones y las ordenó de modo que pudieran ser representadas en un escenario. En cuanto a la música, se moldeó a la sencillez de los textos.

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