Vamos a lograrlo

El pesimismo me aterra. Escuchar un “no puedo” o  un “eso si está difícil” lastima mi sien, atrofia momentáneamente…

El pesimismo me aterra. Escuchar un “no puedo” o  un “eso si está difícil” lastima mi sien, atrofia momentáneamente mi ánimo. Eso de resaltar lo negativo de las cosas en ocasiones me fastidia, pues es una bofetada a la razón, al sentido común. Los pesimistas no son felices, en sus rostros se nota.

Evito a los quejosos, a los que todo le huele mal. Me desagradan los masoquistas, los que gozan sufriendo, los que nunca están bien, los que cuando saludas te responden que se los está llevando el diablo, y lo hacen hasta sonriendo, con los brazos levantados en señal de lamento. La felicidad es incompatible con sus sentimientos.

También me disgustan los que ven el lado malo en todo, los que no vislumbran  una solución y se enfadan con quien la busca; y a estos se agregan los necios que complican lo simple, que se enredan en su propia telaraña, que para llegar a su destino optan por las curvas pronunciadas y los oscuros laberintos en vez de la línea recta e iluminada.

Esquivo, además, a los que temen triunfar, a los frustrados que le huyen al éxito alcanzado en buena lid, a los ciegos de horizontes. A esos los prefiero lejos, allende los mares, cerca de Plutón. Y los hay de todas las clases sociales, de todas las razas y religiones, de todo nivel académico. Este absurdo comportamiento no es exclusivo de los materialmente desheredados por la fortuna, como se suele pensar.

Me fascina buscar el lado bueno de cada asunto (que siempre lo hay), sin perder la noción de la realidad; aunque el camino esté repleto de obstáculos siempre hay un digno modo de llegar a la meta. “Vamos a lograrlo” son palabras que alimentan mi espíritu.

Aplaudo a todas las personas con energía positiva, firmes en sus metas, claras en sus horizontes, dispuestas a la batalla, perseverantes, preparadas para vencer, que solo tienen como límite sus sueños, porque nadie se eleva más allá de sus ideales, pues si piensas que llegarás sólo hasta allí, de allí jamás pasarás, ni siquiera con el amparo de la suerte.

Que nuestra cotidianidad se nutra de optimismo, de ganas sanas, de amor por lo que se hace (“sólo el amor consigue encender lo muerto”, nos canta Silvio), porque estoy convencido de que nuestro escenario cambia sustancialmente dependiendo de nuestra forma de ver la vida y de enfrentar los problemas.
Somos nosotros los que construimos y destruimos. O nos caemos o nos levantamos. La decisión es nuestra.

Tener voluntad con nobles propósitos es la consigna, y quien tiene esa voluntad conquista lo que quiera. Y Danilo Medina es el mejor ejemplo de lo último expresado.

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