1.- Creer en la verdadera democracia no es pregonarla  como buena, sino luchar para que los pueblos la disfruten plenamente. Cacarear  que las grandes mayorías vivan su democracia en la forma que la han concebido y constituyen, es   ser coherente de pensamiento y práctica. Hay que ser pregonero, vocear la democracia con sabor a pueblo y honrarla para que no sea marchitada, pisoteada y burlada.

2.- Así como debe ser  respetada la decisión de los norteamericanos a tener una democracia de un solo partido con dos nombres, y donde una minoría de colegios electorales se impone a millones de electores, también debemos ser respetuosos con los cubanos y los venezolanos a instaurar  en Cuba una democracia de obreros, campesinos,   trabajadores del campo y la ciudad; de soldados y civiles, y en  Venezuela la democracia bolivariana con una composición  heterogénea de clases y capas sociales diversas.

3- Aquellos que creemos en la decisión de los pueblos y  hemos sido  respetuosos hasta de esa democracia  burguesa que en sus inicios promovía la lucha contra el feudalismo, y estaba  en favor de la libre  empresa,  la libertad de la propiedad privada y  llegó a democratizar el régimen estatal.

4.- Apoyamos  la lucha democrática porque nos identificamos con la implantación y consolidación de los principios democráticos, y  la  brega de los países capitalistas  dependientes por la vigencia   y profundización de las libertades democráticas. La pugna que llevan hoy Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y otros,  es por construir  su democracia acorde con los intereses de sus pueblos y de acuerdo a sus propias condiciones internas. Ese duro batallar es, pura y simplemente, por romper las ataduras que  traban el derecho  a una vida mejor.

5.- Los intereses monopolistas norteamericanos, y sus aliados desvergonzados de América Latina  y el Caribe, han hecho alianza impúdica para impedir por todos los medios que los latinoamericanos y caribeños   que, en sus respectivos países son las mayorías, construyan su democracia y se den la organización económica estatal que más convenga a sus legítimos intereses nacionales.

6.- En nuestra región los pueblos Cuba y Venezuela son víctimas de las guerras más diversas por  parte de la administración de Donald Trump y sus cómplices en la OEA, el Grupo de Lima,   la Unión Europea, y otros nefastos organismos de igual formación guerrerista.

7.- Los demócratas sinceros que  abrazan ideas progresistas, están llamados a hacer causa común  con los pueblos que son agredidos por defender su derecho a la independencia y plena soberanía, así como a decidir su destino creando sus organizaciones económicas y estatales propias.

8.- El imperio recurre contra Venezuela a la guerra de baja intensidad,  con su componente de guerras de nervios para por medio de noticias falsas crear estado de excitación en la población; guerra de precios para generar la competencia desenfrenada; guerras tirantes para fomentar odio y conflictos internos entre hermanos’; guerra económica en gran escala para impedir la compra en el extranjero de medicamentos e insumos para las empresas; robo del patrimonio nacional en el extranjero; bloqueo aéreo,  marítimo, comercial,  financiero y diplomático.

 

9.- Además, el imperio utiliza el sabotaje  contra Venezuela y  los pueblos que deciden crear su democracia al margen de la voluntad imperial. Es obra imperialista hacer fracasar,  perjudicar a los gobiernos democráticos mediante acciones terroristas y daños internacionales encubiertos contra las instituciones, la economía  y asesinar a  los principales dirigentes y líderes.

10.-  Todo un conjunto de operaciones terroristas ha ejecutado la administración norteamericana contra el gobierno que el pueblo de Venezuela eligió democráticamente, y con la agravante  de que el imperio por medio de sus agencias de prensa logra hacer creer  que el culpable de la crisis  venezolana es el chavismo, y no el sabotaje, el terrorismo  y las guerras de todo tipo impulsadas por los círculos terroristas que adversa a la democracia  creada por las masas populares.

11.- En cada país, los hombres y mujeres más consecuentes  están en la obligación de hacer causa solidaria con los países agredidos, como Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros, que procuran romper las cadenas de la opresión extranjera y de la minoría nacional que le hace de cómplice.

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