La conquista y colonización del continente americano se ha pretendido justificar llamándole “Descubrimiento y Evangelización” o más recientemente “Encuentro de Culturas”, insinuando una transculturización.

No hubo evangelización y de eso habló Fray Antón de Montesinos, en su Sermón de Adviento recogido por el padre Bartolomé de las Casas. Tampoco hubo transculturización, porque los muertos no asumen cultura y los originarios en El Caribe fueron eliminados bajo el régimen equivalente a la esclavitud, denominado “Encomienda Indiana”, y para el resto del continente ha habido segregación en “reservaciones” o zonas aisladas.

Aquello fue conquista y colonización sobre los territorios de América. Se calcula que en esta isla de Santo Domingo habitaban cerca de 400 mil originarios, predominantemente tainos, de la cultura Arahuaca; migraron en canoas durante siglos, quizás milenios, por el Arco Antillano y de isla en isla, desde la desembocadura del Río Orinoco.

Vivían en estado natural, pero al iniciarse la colonización fueron sometidos para trabajo en extracción de oro de aluvión en los ríos y algunos pocos en trabajos de servidumbre. En los primeros años la servidumbre estaba a cargo de negros esclavos denominados “ladinos”, “domesticados o transculturizados” en España.

Para 1533 la población de aborígenes que quedaba en la isla era menos de 4 mil sobrevivientes. Antes de esos 41 años, y como consecuencia del proceso acelerado de extinción, en 1518 se trajeron 4 mil esclavos bozales desde África.

La actual población dominicana es de etnias cruzadas, predominando la mulata, color marrón como la tierra. Surge del cruce de blancos con negros. No es mestizo, porque es la mezcla del blanco con el originario; ni es zambo, que es negro con originario. En El Caribe no hubo ni hay zambos ni mestizos descendientes de ellos.

Esa población fue abusada cometiéndose un crimen de lesa humanidad. Estudiosos de universidades del país hicieron esfuerzos para tratar de probar la hipótesis de que negros y españoles tomaron mujeres aborígenes y dejaron descendientes; si lo hicieron, como pudo ser, no ha habido descendencia probada y parece que se debió a que la mujer originaria mataba la criatura en su vientre para que no naciera en aquella vida dolorosa y de cadenas de esclavitud.

En nuestro lenguaje hay palabras taínas, lo que ha confundido, como: cabuya, arepa, bohío, batata, ají, canoa, carey, caribe, conuco, Cibao, cocuyo, colibrí, chin, hamaca, iguana, jaiba, macuto, mabí, tabacu, guácara, Higuey, yuca, burén, cazabe, caney cayuco, coa, jagua, manatí, maraca, nagua, Ozama, piragua, turey, Yayaél (en la mitología taina hijo de yaya, Dios del mar), bejuco, bija, ceiba, barbacoa, guasábara, corozo, etc.
Se estima en más de 18 millones de africanos traídos a toda America sometidos como esclavos, en todo el periodo colonial. Las palabras africanas frecuentes en el dominicano, por ejemplo, de Senegambia, Sierra Leona y Liberia: cucutear, cucurullo, concón, congrí, cundango, mangú, ñañaras. De la Costa de Marfil y Ghana: toto (vulva), ñango, fifí. De Nigeria, Benín-Togo: buki (hartón), ñeñeñeque, chambra, chichigua, féferes, fó (asco). De Gabón, Congo y Angola: bobo, tutu (cabeza), Kalembo (pene grande), bembetear, abombar, champola, fuá, fui, mambí (combatientes). Otras palabras: timbí, tereque, sambumbia, musú, chimbilín, fucú.

Lo que hubo fue conquista y colonización, no encuentro de culturas. La raza originaria no fue ni es respetada, lo que queda está segregada en zonas aisladas o “reservaciones”.

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