Las nuevas reglas de vida que nos ha impuesto la Covid 19, realmente son incómodas, insoportables, en muchos casos tristes y hasta desesperantes, pero son necesarias y deben ser asumidas por todos como normas de cumplimiento estricto.

Concuerdo con quienes afirman, con datos científicos o por simple observación del entorno, que toda esta situación ha generado un estrés generalizado, que las personas van por ahí, malhumoradas, que se alteran con facilidad, que algunos muestran profunda tristeza y desesperanza. No es de extrañar que algunos estén perdiendo su equilibrio emocional y hasta la razón.

El distanciamiento, no poder ver y mucho menos abrazar y besar a tus padres. Temer ser el transmisor de una enfermedad que, aunque no en todos, tiene efectos devastadores y se convierte en una sentencia de muerte para la población vulnerable, es más que suficiente para mantenerse alejados.

Aunque se escuche frívolo, resultó un trago amargo para muchas familias cancelar sus vacaciones de verano, cuando más que nunca las personas necesitaban descanso y relajación. Pero al final lo realmente importante es sobrevivir y vivir para contarla…, con el permiso de Garcia Márquez.

Es desconcertante, el silencio y el reducido grupo de personas en los aeropuertos. No nos acostumbramos a la mascarilla, nos aburrimos en la casa, extrañamos los gimnasios, las playas, las fiestas, nos invade la tristeza y tenemos arrebatos de rebeldía. Entonces tratamos de vivir de espaldas a esta nueva realidad, como si ignorando todo el virus fuera a desaparecer.

Es esta actitud la que ha empeorado las cosas y hace más difícil el cumplimiento de las medidas, mientras no seamos responsables y cumplamos con buena disposición las reglas, pero sobre todo, debemos entender que todo lo que se ha implementado se ha hecho con la finalidad de evitar el contagio, la propagación de la enfermedad y por supuesto, para proteger el más preciado bien que nos ha sido dado: La vida.

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