República Dominicana es un país no productor de petróleo, dependiente de las importaciones en un 100 por ciento de sus necesidades de combustibles. Esa situación hace a la economía local muy frágil y vulnerable al comportamiento de los precios internacionales del crudo. El reciente conflicto entre Estados Unidos e Irán y su impacto alcista en los precios del petróleo y sus derivados, debe ser visto localmente como una amenaza de posibles consecuencias negativas en la economía doméstica. Y una luz amarilla ha sido encendida.

Es temprano para estimar o proyectar impactos, más cuando no se tiene certeza del tiempo que durará el conflicto y su consecuente estado de tensión. No es para entrar en pánico. Pero tampoco se puede asumir una postura de indiferencia ante una situación sobre la cual no hay dominio desde el ámbito dominicano. ¿Qué hacer? Difícil de saber cuando se desconoce el alcance del conflicto.

Sí puede y debe haber, desde el área de los hacedores de políticas económicas, una actitud de vigilancia y un plan de contingencia por si la situación se mantiene y extiende. Las autoridades económicas son las llamadas a tomar las previsiones.

El alza del crudo puede inducir al Gobierno, en su rol de fijador de los precios de los hidrocarburos, a asumir en estos tiempos electorales, una postura de asumir alzas que entiendan exageradas en los costos de los combustibles, por temor al “costo político” que pueda representar si deja los precios al mercado. Hay sectores que siempre están prestos a presionar contra las alzas en los derivados de petróleo, por conveniencias políticas o económicas.

El manejo político de la cotización de los combustibles no ha desaparecido totalmente del escenario dominicano, y en tiempos electorales es más difícil erradicar esa práctica lesiva para la sostenibilidad de las finanzas públicas, pues terminan el acumulación de deudas que pasan a levantar estadísticas deficitarias.

Es como planteamos en el tercer párrafo de este comentario, temprano para asumir una actitud de histeria, pero sería lamentable que por un comportamiento excesivamente distendido, entonces se haga tarde para actuar. Sin llantos ni risas anticipadas.

Como aconseja el refrán, es mejor precaver que tener que remediar. Con tiempo se cura el tétano, y sin acción los problemas se agigantan.

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