La construcción por parte del Gobierno de la Central Termoeléctrica Punta Catalina fue hasta hace poco imán que atrajo o generó críticas por un tubo y siete llaves, desde distintos ámbitos y sectores. Todos enfilaban los cañones contra la mega obra, con críticas que iban desde el aspecto técnico, ambiental y financiero. Ahora resulta que la idea del Gobierno de vender al sector privado, nacional o extranjero, el 50% de la propiedad de la obra también genera oposición. Ya la obra, que todavía no está oficialmente terminada, aunque está inyectando energía al sistema eléctrico, es un patrimonio público que debe ser preservado. Como quiera sale la crítica. Es un número abonado.

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