La vida diaria dominicana, esta “salseada” de papeles por cada esquina, desde que naces hasta el último out de la vida y más allá. Si de impuestos se trata, le sacarán “la Jiel” al contribuyente, ingeniándoselas al hacer uso de una “lógica” inentendible, para recaudar más, que tiende a secar el bolsillo del contribuyente y en la que abruma de papeles.

Aunque tienen todo el poder y autoridad, para “jurungar” hasta cuántos, jalaos, “bolones” o “canquiñas” compras al año y quien las suple, supongo que esa información sirve solo para “validan” la que declaras. La Jurisdicción inmobiliaria, caso muy particular, con sentido lógico muy peculiar, que va “en vía contraria” a la lógica común y silvestre. Ahí tienes que demostrar que el que está frente a ellos es la persona que dice ser, que tiene calidad para actuar, y que la cédula de identidad que has portado por toda la vida, en un instrumento válido y creíble.

Las instituciones financieras, cuyos departamentos legales requieren hasta “sofocar” y desesperar, exigen “certificaciones” de lo que usted no sospecha ni que existe, y no “desembolsan” hasta que no se haya hecho deslinde y obtenido el nuevo título, clarificado el IPI, entregado copia de cédula de todo el barrio, y pasado por la Procuraduria la firma del Notario para saber si “é o no é”. Si se trata de una empresa, habiendo suministrado una carretilla de documentos variados, siempre faltarán certificaciones de la Cámara de Comercio, de la DGII, del cura párroco del lugar donde se constituyó la compañía y más. “Descubrimos” que existe un Certificado de Buenas Costumbres, aún exigido para ciertos trámites, que emite Interior y Policia, dando cuenta de que ud. “se porta bien”.

El “no se vas’a podel” o “eso ta difícil”, son expresiones comunes del sujeto que vive su momento de gloria al decretar su superioridad momentánea. Aunque existen propósitos genuinos de simplificar las tramitaciones, la cultura de desvirtuarlo todo, que adorna a los criollos, tiende a neutralizarlos. Actas de nacimiento que “vencían”, como si fuese elemento movible, como los días de fiesta. Parece que todo lo digital hay que procesarlo “a mano” y por ello, los absurdos plazos para concluirlos. El colmo de la complejidad se anida en el “cambio de nombre”. El Ejecutivo “da permiso” para iniciar la infinita tramitación, que termina después de mil peripecias, volteretas, malabares y “panqueadas” volviendo al origen, para un decreto del propio Presidente.

La Junta. Central Electoral se debate entre grandes logros, con soluciones administrativas que antes requerían intervención de tribunales de justicia y frecuentes absurdos y procesos actuales de complejidades innecesarias que enmarañan lo simple y complican lo sencillo. Se llega hasta a dudar si personas que han vivido por 75 años con un nombre se llaman así. Otros ya con bisnietos ahora resulta que deben demostrar que “tan vivo”.

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