La presidencia de cualquier institución representa una responsabilidad que muchas veces hay que desarrollar en el silencio y otras cargar con lo que otros hacen, que muchas veces no es la línea del incúmbete.

A diferencia del Presidente Danilo Medina, que es un hombre que mide cada palabra que dice, haciendo honor al dicho de que “se es dueño de lo que se calla y esclavo de lo que se dice”.

En medio de la enorme tensión que significa para el partido de gobierno, sin que el Presidente se halla pronunciado sobre una posible reelección que implicaría una nueva reforma a la Constitución, muchos de sus seguidores, atizando las enormes diferencias que el tema arrastra, expresan su deseo que el mandatario continúe al frente del Estado de lograrse el cambio constitucional y ganar después las elecciones.

Con esto no expreso un sentimiento de aprobación o desaprobación con relación a un posible cambio de la Constitución, eso lo haré en su momento, porque de lo contrario me sumaría al coro que critico por lo extemporáneo y de no estar de acuerdo aplico el mismo análisis de que no es el momento, simplemente porque el mandatario no ha expresado su parecer al respecto.

Algunos vienen de otras organizaciones donde la continuidad era una costumbre, otros cambian de posición como cambiarse de ropa. Peor aún, juran que ni muertos cambiarían, insultan y luego sin el menor sonrojo son los más fervientes seguidores del que entienden será el candidato.

Por eso admiro la parsimonia de muchos políticos, que luego de que los insultan tienen que finalmente aceptar halagos que se saben son tan reales como un bloque de hielo al sol en un día caluroso.

Medios de comunicación que no cumplen con el deber de orientar, de ser conciliadores, catalizadores de una mejor convivencia. Por el contrario, oímos desde temprano sus mentiras, disfrazadas de conocimiento, que sólo se convierten en lisonjas cuando reciben las 30 monedas de Judas.

Pero mientras nos perdemos en estos temas, olvidamos la gravedad de la situación de Venezuela y cómo podría la misma impactarnos. Como país no hemos sido claros. Nos sumamos al gobierno de Guaidó, pero invitamos al embajador de Maduro al acto tan solemne como el de rendición de cuentas del Presidente ante el Congreso. Gracias a Consuelo Despradel, a Julio Martínez Pozo y otros, el Embajador del gobierno ilegal debió retirarse.

La situación de Haití no es menos preocupante. Enfrentamientos constantes en la frontera que nuestras Fuerzas Armadas han tendido la enorme capacidad de evitar una tragedia, pero ¿hasta cuándo podrá ser así?

De ambos países estamos recibiendo una enorme afluencia de ilegales y lo que es peor, es la cantidad de droga que llega de estos países y nos usan como puente para llegar a los Estados Unidos, creando un verdadero problema de seguridad.

Tenemos ahora las primarias y luego las elecciones que significarán un peso enorme sobre el presupuesto; unas elecciones de por sí que serán muy complicadas cuando los regidores que ya no serán electos por arrastre sino que serán por voto directo con lo que generará una enorme presión al empresariado, porque como es de todos sabidos, una de las mayores mafias en todo el territorio nacional es la de las municipalidades y ahora harán más que imposible los proyectos empresariales que no cuenten con las mismas monedas de Judas del comunicador al que hacía referencia.

Siempre hago una excepción, existen regidores dignos de admiración, pero en esta oportunidad tendrán que enfrentar a otros a los cuales sus comunidades les tienen poco o ningún aprecio, pero seguro tienen o se agencian más recursos. Aquí lo importante será el filtro de los partidos, que deben buscar lo mejor de cada municipio.

Aboguemos por el buen entendimiento entre la dirigencia de los partidos. Se avecinan tiempos difíciles, admiraré al que salga electo en las próximas elecciones porque el entorno mundial que nos ha de tocar no será el mejor y geopolíticamente la situación de Venezuela, Haití y Cuba tendrá un impacto negativo sobre la región.

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