Don Juan se enfrentó siempre a un gran conflicto al escribir sus cuentos: ¿cómo diablo poner en boca de un campesino una frase completamente cibaeña? Porque no basta con incluir una palabra, agora, asina, asigún, ei pipo, etc. en esa oración. El texto tiene que ser totalmente tal y como lo diría un campesino en su cultura hablada como cuando se citan frases de un extranjero en su idioma como hacía Hemingway recordando su paso por París.
El rigor del idioma, de bien escribir según las normas y reglas del español, lo obligó, a carabina, a poner a sus campesinos a hablar fino. Pero no. Un campesino solo habla fino ante una visita de alguien que viene del pueblo, bien vestido y si anda montao, mejor. Y es cuando “comen mantequilla” metiendo eses donde no van para mostrar un esfuerzo en la comunicación y decir las cosas como las dicen en el pueblo sin avergonzarse.

El campesino ha tenido un modo de hablar propio del que aprendió el idioma oralmente en cadena de los mayores y sin escuela. En el Cibao se generalizó esa forma de hablar que hoy se conserva solamente campo adentro y en la loma. La radio, la televisión y hoy el celular, han influenciado para ir variando la pureza del cibaeño que no consistía solamente en poner i en vez de r en los verbos, sino una serie de reglas, como todo idioma. Aspirar las eses y sustituírlas por j y eliminarlas en los plurales, entre otras, con un vocabulario muy limitado a las cosas esenciales de la vida.

Está claro que las oraciones campesinas, en sus cuentos, no siguen esa regla, fuese por rigidez de Bosch y su celo con el idioma o por el desconocimiento de ese lenguaje. No se puede confundir que don Juan conociera el dominicano, al campesino en sus clasificaciones y estudios de los estratos sociales. Eso es diferente. De hecho, ninguno de los escritores dominicanos que hicieron cuentos de campesinos como Francisco Moscoso Puello, Ramón Lacay, Virgilio Díaz Grullón, Maggiolo, Esteban Daive, Manuel del Cabral y todos los que reunió Pedro Peix en su resumen yugulado, usaron el cibaeño. Tomás Hernández es otra cosa, es la escritura fina, elevada a nivel de Anton Chejov o de Fyodor Dostoyevsky.

En los siguientes ejemplos de oraciones extraídas de los cuentos de Bosch veamos cómo aparecen y cómo sería en el estricto cibaeño para ilustrar lo dicho más arriba.

O (original): – Yo como usté dejaba este sitio tan bajito y me diba pa’ las lomas.
C (cibaeño): – Yo como uté dejaba ete sitio tan bajito y me diba pa’ la loma.
O: Dispués es peor, doña.l Van esos ríos y se botan…
C: Dipué e pioi, doña. Van esoj rio y se botan…
O: Sí, pero él vive pa’ los laos de la
Rosa. Eso es por Hincha, amigo.
C: Sí, pero éi vive pa’ loj lao de la
Rosa. Eso e por Hincha, amigo.
O: Esto ‘ta cundío de guardias.
C: Eto ‘ta cundío e guaidia.
O: – Verdá es; mire a ver si nosotros
tenemos acordeón pa’ divertirnos. Don Justo se ha creído que todos nosotros somos sus hijos.

C: – Veidá e; mire a vei si nosotro tenemo acoidión pa’ fietai. Don Juto se ha creío que somo sus hijo.

El origen del cibaeño viene directamente de los primeros pobladores españoles y alguna región específica y el hecho de que en muchas leguas africanas se les dificultaba la pronunciación de la r. No viene del portugués como se ha querido decir incluso citando a Pedro Henríquez Ureña. Para justificarlo ponen de ejemplo algunas palabras que no tienen nada que ver:

español cibaeño portugués
Norte Noite Norte
Armario Aimario Guarda roupa
Persona Peisona Pessoa
Madera Madera Madeira
Perdón Perdón Desculpa
En Cuba heredaron un cantar por sus andaluces predominantes.
El creole o patois (patuá) haitiano es bastante diferente del francés y tiene sus reglas gramaticales cosa que no se hizo nunca con el cibaeño por el desprecio al campesino, y por ser rechazado como habla de incultos analfabetos, lo que se convierte en la causa del complejo del campesino a hablar “comiendo mantequilla”.

Las primeras expresiones cibaeñas aparecen en la literatura dominicana en las décimas de Juan Antonio Alix quien, sin embargo, no las escribió todas en el idioma de El Cibao.

Aunque Bosch es vegano, no fue nunca un campesino ni estuvo una vivencia tan cercana que le permitiera hablar como ellos, a pesar de su paso por una escuelita primaria de Río Verde. Su educación estuvo marcada por lo estricto del “uso correcto del idioma castellano” como se enseñaba, principio que lo acompañó toda la vida a tal punto que todas las publicaciones del Partido (tanto del PRD como del PLD) él tenía que hacerle una revisión minuciosa para que no se fuera ni una sola s de más o de menos. La psicorigidez de don Juan lo llevó a desconfiar de todos y a controlar la mínima expresión de su partido con los bueyes que más jalaban y más araban cuando el jacho de Príamo Morel seguía prendío. Luego también con los pálidos, cuya estrella, más de Belén que de Ho Chi Ming, se perdió en un bolsillo, o muchos. Era ese “positivismo armónico hostosiano” que le impedía escribir frases que fueran a confundir en un español incorrecto y que tampoco podía hablar de cueros, chulos o maricones. Porque si don Juan lo hubiese hecho, casi la mitad de sus textos tendrían que ir en cibaeño.

Don Juan prefirió hacer gala de sus conocimientos gramaticales y su bien estructurar oraciones y párrafos, porque, ¿qué campesino iba a leer sus cuentos? ¿acaso no teníamos más de 80 % de analfabetos. De manera que a pesar de la cantidad de cibaeños en la capital por esa emigración que les dejó el campo a los haitianos, los pocos de la clase media lectora, que, aunque no domina el lenguaje correctamente, tampoco reconoce el cibaeño.
A ellos entonces va dirigido ese lenguaje en los cuentos de don Juan. Por otro lado, en su partido, nadie se iba a atrever a hacerle ese señalamiento al profesor. Todos lo seguían con más miedo que admiración como el caudillo que era. Él tenía razón hasta en las recetas de dulce de coco que mencionaba en sus regulares apariciones en la radio donde hizo gala de ser un maestro de la pedagogía y lo que le ganó la simpatía de la mayoría de dominicanos que lo eligieron su presidente democrático, aunque hoy lo tildarían de presidente populista.

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