Cuando la sociedad global se convertía en Glocal, transcurría la década de los 60´s, en Latinoamérica, pero sobre todo en el Caribe se desarrollaba la Teoría de la Dependencia que germinó en América Latina e intentaba explicar la pobreza y subdesarrollo a través de factores externos, que son el resultado del sistema económico internacional. Ya antes, en el siglo XV, se daba una explicación colonialista europea en la Zona.

Para que la teoría de la dependencia se haga efectiva, sea esta económica, o cultural, es indispensable recurrir al quehacer cultural de los pueblos.

La cultura construye una estructura simbólica, material, a veces, inmaterial en otras ocasiones, pero siempre representa las relaciones sociales, las construcciones ideológicas, las normativas, valores y creencias de un conglomerado humano específico. El antropólogo californiano Clifford Geertz, quien condujo múltiples investigaciones etnográficas en el Sudeste asiático y África del Norte, realizando importantes aportes a la teoría social y cultural, y, en su tiempo, voz importante en el giro del interés antropológico hacia los marcos simbólicos en los que los pueblos viven sus propias vidas, afirma que la cultura articula elementos simbólicos, sentimientos, pasiones, emociones, lealtades y compromisos comunitarios. Por otro lado, para el psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista de origen judío alemán, Erich Fromm, las personas que albergan ideas conservadoras, nacionalistas y un notable apego por los comportamientos autoritarios temen a la libertad, justifican los regímenes totalitarios, favorecen los mecanismos de control social y se colocan a favor de las practicas totalitarias, excluyentes e intolerantes.

La República Dominicana nunca ha escapado a los esquemas que se imponen desde fuera y la autentificación de esa afirmación se puede verificar, después de 61 años de finalizada la tiranía, la vigencia del pensamiento trujillista se refleja en el quehacer político de las subsiguientes generaciones, incluyendo a este primer cuarto del siglo XXI. Ello se evidencia en el comportamiento autoritario, en la invocación frecuente a la necesidad social de Trujillo en la República Dominicana. El Psiquiatra y cientista social, Antonio Zaglul estudió el comportamiento del dominicano y habla de la paranoia y el gancho, la actitud de desconfianza e incertidumbre, hemos adoptado la expresión de estar chivo- o me tiene chivo- como muestras del sistema cultural que sembró la dictadura trujillista en donde la incertidumbre, la duda, la desconfianza y la cultura del caliesaje o soplón, se genera una cultura de sobrevivencia, del miedo, la extorsión y la sumisión.

Los análisis expuestos por Andrés Luciano Mateo, en su producción “Mito y cultura en la era de Trujillo” pone de manifiesto los elementos simbólicos y materiales que se emplean en la Era de Trujillo para consolidar la permanencia del régimen, los títulos laudatorios: el Generalísimo, el Padre de la Patria Nueva, el Restaurador de la Independencia Financiera y un gran etcétera, con ello se construye una imagen superior al de los próceres de la Independencia y la Restauración, se articula la visión redentora y mesiánica del salvador de la dominicanidad, del adlátere del progreso, orden y prosperidad. Este mismo esquema se produce con Rojas Pinilla en Colombia, Pérez Jiménez, en Venezuela, Batista en Cuba y todos los esquemas dictatoriales prohijados por Estados Unidos en América Latina y El Caribe.

Es inminente recurrir a los pensadores de cada época y en el caso particular de Louis Althusser se evidencia una culpabilidad de los sistemas educativos. En su obra “Ideología y aparatos ideológicos del Estado” denunció a la escuela como un aparato esencial para reproducir la ideología capitalista, ya que realiza también una división del trabajo y transmite conocimientos teóricos y habilidades, según la posición social que ocupa y ocupará cada estudiante cuando egrese de su formación escolar. Aduce que la Escuela siempre ha estado al servicio de los regímenes totalitarios para justificarlos y contribuir a su proceso de legitimación. Los medios de comunicación, prensa radial, escrita y televisiva estuvieron controladas por los regímenes totalitarios, y en este escenario, la escuela representó el objeto material y escenario para proyectar la grandeza de los dictadores, su supuesta necesidad histórica y la mano providencial para sacar a las sociedades del mundo del atraso y el endeudamiento.

El ejemplo más contundente es el pueblo dominicano, el cual era eminente y profundamente católico y, en los primeros años del régimen trujillista, hubo voces como las del Padre Castellanos que empezaron a cuestionar las acciones de los seguidores de Trujillo, se negó a santificar las tropelías del régimen de terror. Con la llegada al país de Ricardo Pittini se inicia una etapa de concordia y sumisión entre la iglesia y el régimen, la cual se mantuvo compacta hasta enero de 1960, cuando se publicó la Carta Pastoral que condenaba las torturas, represión y asesinatos contra jóvenes del Movimiento Clandestino 14 de Junio. Escenas iguales se vivieron en toda la América Hirsuta, como la denominó Pablo Neruda. Para tener una idea solo hay que recobrar algunas estrofas de su Versainograma a Santo Domingo…

Vamos a recordar lo que ha pasado allí,
desde que don Cristóbal, el marinero/
puso los pies y descubrió la isla/
¡ay mejor no la hubiera descubierto! /
porque ha sufrido tanto desde entonces/
que parece que el diablo y no Jesús/
se entendió con Colón en ese aspecto.
… Cuando tuvimos pantalones largos,
nos escogimos pésimos gobiernos,
(rivalizamos mucho en este asunto,
Santo Domingo se sacó los premios.


Para entender un poco el escenario es ideal recurrir a las ideas del periodista y escritor estadounidense John Bartlow Martin, quien realizó las funciones de embajador en la República Dominicana y las de escritor de discursos y confidente de muchos políticos de Estados Unidos, especialmente de John Fitzgerald Kennedy. En su texto “El destino dominicano” sostiene que Trujillo había construido un atemorizado y descorazonado país, basado en el miedo, la asechanza, las amenazas y la incertidumbre”.
Trujillo, con la ayuda de intelectuales orgánicos plegados al régimen articuló una imagen omnipresente, mesiánica y providencial, capaz de saber y escuchar lo que pensaba y decía la gente. Explotó el racismo y el antihaitianismo, como una ideología redentora y salvadora de la identidad dominicana. Se apeló al hispanismo y cristianismo como elementos esenciales de la articulación de lo dominicano. Se omitía lo afrocaribeño en el proceso de construcción de la identidad, idea que aún está vigente en la cosmovisión del pueblo dominicano. Solo un 6.5 de los dominicanos se percibe como negro o de origen negro, los demás son indios, morenos claros, mulatos, pero nunca negros.

Como sostiene el antropólogo cultural norteamericano Marvin Harris, la herencia cultural es más poderosa que la herencia biológica, la cultura moldea la personalidad, los hábitos, las costumbres, los valores, las pautas sociales. La cultura trujillista sobrevivió a la desaparición física del tirano. Aquí, ni en Latinoamérica hubo transición a la democracia, ni Comisión de la Verdad que pusiera al desnudo las complicidades sociales por miedo al régimen.

Después de 61 años de la desaparición del régimen la visión autoritaria del mundo y la vida social sigue arraigada entre los dominicanos. Más del 50% de la población entiende que dar pela a los niños es un mecanismo normal y válido para enderezar el comportamiento de los mismos: se justifica el ejercicio de la violación o la fuerza en una relación íntima, se apela de manera frecuente al uso de métodos dictatoriales para corregir la inseguridad ciudadana, la descomposición social, se cuestiona la pérdida de la autoridad de padres, profesores y otros elementos de referencia como los responsables de los niveles de desarticulación social en que vivimos.


Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World. “This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC”.

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