Cuando salir de nuestra rutina implica entrar a otra más dinámica, necesitaremos la riqueza de la creatividad, y el empuje solidario de un doliente. La rutina es la ceguera de los ocupados, el refugio de los infelices y la seguridad de los simples, es también la ley que rige a quienes no necesitan crear condiciones mejores de vida. Cuando Jesús sanó aquel sábado, rompió los esquemas de quienes estaban completos en su mundo, pero también, los yugos de los hijos de Abraham, cuyo dolor y continuas aflicciones habían pasado desapercibidas ante quienes podrían hacer algo para remediarlo. Con Dios cada día tenemos la posibilidad de ver la luz de un cambio! Cuando Jesús es todo lo que nos queda, es justo cuando quedamos a merced de sus milagros!

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