Hay personas que dejan una profunda huella en la sociedad con sus aportes en un área específica o en múltiples actividades. Ese el caso de don Alejandro Grullón.

Desde su ciudad natal, Santiago de los Caballeros, fue un propulsor de la Asociación para el Desarrollo de Santiago Inc., primera asociación de este tipo y que hoy, aun es un motor del desarrollo de Santiago. Desde APEDI logró reunir un pequeño grupo para lanzar la idea que más que un banco, fuera la casa de miles de empresarios pequeños, medianos y grandes, para resolver sus financiamientos, hoy convertido en el mayor banco privado, con más de dos millones de cuentas y miles de reconocimientos tanto nacionales como internacionales, que lo han convertido en una de las instituciones financieras más reconocidas de Latinoamérica.

No se reservó la propiedad del banco para él y un grupo, decidió que el banco debía tener miles de accionistas, algo impensable en nuestro país donde las empresas en su mayoría son de una familia o de un grupo reducido. Hoy son muchos los que han visto su inversión en el Grupo Popular crecer a tasas mayores que las del mercado agrupados en el “Círculo de Accionistas”.

Más importante aún, tuvo la visión de la sucesión y creó las estructuras necesarias de un Consejo de Administración compuesto por empresarios muy capacitados y de transferir la presidencia del grupo y del banco a su hijo Manuel Alejandro Grullón, asegurando el crecimiento sostenido del mismo para las próximas generaciones.

Conocí a don Alejandro siendo yo muy joven. Fuimos vecinos en una de las primeras torres del país y nunca olvido cuando la planta eléctrica se quemó, hacía falta una nueva, lo visité a su apartamento y le referí la necesidad de un préstamo, a lo que con su carácter jovial me dijo “no tengo problemas yo lo garantizo y tu te encargas de cobrar a los condóminos”. Los dos cumplimos con nuestro acuerdo.

Fue amigo y asesor de presidentes y dirigentes políticos. Tenía la enorme capacidad de poner de acuerdo, incluso aquellos con intereses y posiciones muy disímiles, siempre procurando el mejor interés del país.

Su preocupación por la educación fue clara con su vinculación en los consejos de importantes universidades como la Pontificia Católica Madre y Maestra y Acción Pro-Educación y Cultura (APEC). El Banco Popular, siguiendo esa línea de don Alejandro, ha financiado desde hace muchos años importantes eventos que inciden en la mejoría de la calidad de la educación, como ha sido el apoyo desde sus inicios al evento que cada año desarrolla Educa, que es “Aprendo”.

El apoyo a nuestro patrimonio cultural como parte de la Comisión Rectora de la Zona Colonial; su participación en el Comité Organizador de la Conferencia de Grandes Ciudades de las Américas en el año 1992. Imposible dejar de mencionar el Parque Nacional Cueva de las Maravillas. Las veces que hablé con él sobre el tema, le brillaron los ojos, había participado en rescatar lo que hoy es un destino turístico con pinturas y grabados de los tainos. No olvido, me dijo que podía ir cuando quisiera porque había ascensor.

Cuando estaba en CDEEE me hizo una invitación que nunca olvidaré, y fue pasarnos el día en la casa de otro gran ser humano, don Manuel Arsenio Ureña; el tema sin duda, bosques y agua. Los dos fueron unos apasionados del Plan Sierra. La mejor noticia que le di ese día, en medio de un almuerzo que nunca olvidaré, fue que gracias el esfuerzo del Plan Sierra, el río Bao había aumentado considerablemente su caudal.

Su visión sobre la necesidad de crear instituciones fuertes la plasmó en la Fundación Institucionalidad y Justicia. El aporte no hay como valorarlo y copio el último párrafo de un discurso que dio en 1997, que a pesar de haber transcurrido tantos años fue profético “Es mucho lo que falta por lograr, son demasiadas las tareas que emprender, son muchos los mitos que hay que despejar, entre ellos, la creencia de que la elaboración de una ley soluciona per se el problema que se quiere enfrentar. No es dable esperar que la reforma sea impulsada por una mesiánica voluntad política, si no hay una ciudadanía consciente de sus derechos y prerrogativas que demande y exija justica, que no espere cambios del poder, sino que los arrebate al poder”.

No se quedó en banca, reforestación, patrimonio cultural, institucionalidad, fue un apoyo decidido al desarrollo de la pobreza del sur profundo. Junto a su esposa Melba Segura fue un preocupado de la pobreza e iniquidad de muchas de nuestras provincias del sur con su apoyo a la Fundación Sur Futuro.
Hoy sus hijos Manuel, Eduardo, Virginia y Alexandra, su esposa Melba Segura de Grullón, lo extrañarán como todos los que tuvimos el honor de conocerlo. Su aporte a nuestro país será su mejor herencia y recuerdo. Descanse en paz nuestro querido don Alejandro, mucho más que un banquero.

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