El gobierno ha debido admitir que el país afronta un rebrote de la covid-19, con una alta concentración de casos en el Gran Santo Domingo, con hospitales con un 32% de ocupación en las áreas para pacientes con esos padecimientos. Sólo durante los días transcurridos durante este mes de mayo, se han registrado más de diez mil casos.
Lo que está en desarrollo era previsible. Por un lado, el desborde durante los días de Semana Santa, que de acuerdo con informes diversos conllevaron a una multiplicación de casos por las concentraciones en sitios de recreación.

Al mismo tiempo, las mismas autoridades nacionales aceleraron la flexibilización de las medidas restrictivas, incluso, con la disminución de la franja horaria del toque de queda. En la práctica, con las horas de libre circulación, ya los límites desaparecieron.

Si a todo eso se le agrega el comportamiento ciudadano, cada vez más liberal, en el sentido de deshacerse de las mascarillas en cualquier circunstancia, era fácil deducir que todo terminaría en la situación que confrontamos y que podría ir a mayores.

Lo ocurrido hasta ahora no es único de la República Dominicana. Otros países confiaron en que podían rápidamente acelerar el desmonte de las restricciones en la búsqueda de la normalidad y la activación económica y cayeron en las garras de la covid-19.

Es verdad que en el caso dominicano ha habido una consistente campaña de vacunación, que agotó dos fases importantes en los mayores de 60 años, y que progresivamente ha ido incluyendo a otros segmentos de la población.

Pero ya sabemos que no es suficiente con las vacunas. El universo de personas que aún no llega a los centros de vacunación sigue siendo superior a los vacunados y los contagios indefectiblemente proseguirán si la ciudadanía, con un fuerte aliento de las autoridades, no guarda las medidas de bioseguridad.

No basta con una exhortación de que la gente acuda a vacunarse. Debe revisarse todo el proceder de los últimos dos meses y considerar la posibilidad de relanzar una campaña de persuasión acerca de la necesidad de detener el rebrote que amenaza a todos.

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