El sistema educativo dominicano se vio precisado a tomar medidas rápidas no previstas para tratar de salvar el año escolar.
Administradores docentes, padres, madres y estudiantes mostraron su interés por cumplir cada uno su responsabilidad en el proceso.

Como no estaban ningunos de los participantes preparados todos hicieron y hacen esfuerzo loable para lograrlo: el ministerio y los centros educativos compraron equipos y licencias de aplicaciones, se reforzaron los servicios de internet en los centros y en las casas, los estudiantes que no disponían de ellos han buscado prestado; en fin, han hecho lo mejor posible. Debemos reconocer el trabajo arduo de los estudiantes, ya que debemos tomar en cuenta los niveles de stress que también están afrontando en este encierro inesperado.

En los niveles secundario y universitario hay crisis, pero mejor manejada: estamos entre adultos que juntos participamos en la búsqueda de soluciones. No así en los niveles inicial y primario, donde hay múltiples acusaciones de los docentes hacia los padres y viceversa. Los docentes entienden que están trabajando más y bajo la lupa de los administradores y las familias, que en la modalidad presencial ejercían una supervisión indirecta. Además, ahora deben preparar las actividades, enviarla y dar seguimiento individual a cada estudiante. Por su parte, las familias sienten que ahora están haciendo el trabajo de los docentes, para lo cual no fueron formados ni tienen paciencia, pero que además pagan para eso (en el caso de los privados). Algunos han llegado a decir que no les paguen a los maestros porque no están trabajando. Nada más falso, están trabajando y mucho.

De manera que aquí no hay víctimas ni victimarios. Todos están haciendo lo mejor que pueden en una crisis que es de todos los actores. Adelante, que lo perfecto no existe.

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