El estado nutricional influye en la formación de nuestras defensas naturales. Mejor nutridos, más capaces de combatir enfermedades pues la producción celular depende de la disponibilidad de sustratos suficientes. La obesidad, recordemos, es malnutrición y fomenta deterioro de la función inmune. La formación de anticuerpos se altera con deficiencias de proteínas o de vitaminas del complejo B. Pero falta conocimiento científico en cuanto al efecto sobre la función inmune de la deficiencia de un solo nutrimento. Por eso consumir mucha vitamina C cuando hay resfriado o gripe, costumbre muy popular, parece innecesario. La deficiencia franca de la C interfiere en la función inmune, absoluto, pero no está comprobado que complementos de dosis altas de ella mejoren la inmunidad.

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