Señoras y señores, esto no tiene nombre, es algo para la historia, el equipo Águilas Cibaeñas, en menos de treinta días, enseñó a las personas inteligentes y de sano juicio, ubicadas en el país, América Latina y el Caribe, que no es mandar a ponerse el nombre de glorioso, sino ganárselo y merecerlo por ser grandioso.

La grandiosidad aguilucha dominicana, es el resultado de ser muy grande por sobresaliente en la semifinal y monumental en la final de aquí, además de esplendido, extraordinario, invencible, invicto y lleno de gloria en la Serie del Caribe. Con este equipo no hay quien pueda.

El equipo dominicano Águilas Cibaeñas, como conjunto beisbolero ya no debe aspirar a más, porque está colocado en la pelota caribeña y dominicana, como equipo lleno de esplendidez, completo en inmensidad, ejemplo de excelencia con el bate y la pelota.

La humildad, virtud aguilucha, contrapuesta al orgullo de poca o ninguna sustancia de los que se autodefinen gloriosos, nuevamente sale del corazón cibaeño para llamar a todo el pueblo dominicano a que, sin olvidar por un momento la defensa contra la pandemia, celebremos en casa el éxito, la victoria inmaculada del equipo que sabe poner colectivamente contento a todo el pueblo dominicano.

Con la hazaña, obra del equipo dominicano Águilas Cibaeñas, la Liga Dominicana de Béisbol, está obligada a reorganizarse, porque ya en nuestro país, para fines de béisbol profesional, solo existe el equipo Águilas Cibaeñas, ya que los que eran fanáticos de los otros, en especial los del Licey, se pusieron inteligentes y en su totalidad se fundieron con los aguiluchos para formar parte del equipo de la proeza Águilas Cibaeñas.

Porque las verdaderas llenas de gloria Águilas Cibaeñas, nos han puesto contentos, celebremos en nuestras casas, con mucha fraternidad, el merecido invicto triunfo que acabamos de alcanzar en México.

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