La amapola nuestra, de nombre científico Erythrina poeppigian, según unos, que se le atribuye origen centroamericano y de suramérica y en otros, oriundos de la zona tropical del África. Algunos la encierran en el nombre científico de Spathodea campalunata. Ambos coinciden en que es un gigante del bosque, que alcanza 25-30 metros de altura. Llamado Tulipán africano, Árbol de la Fontana, Llama del Bosque, Llama Nandi, Meaíto, Gallito, Galeana, Tulipero del Gabón y otros nombres. Hay opiniones de que ambas variedades crecen en nuestro país, pero corresponde a algún botánico aclarar las dudas. Para los dominicanos su connotación es de árbol de sombra frondosa, para cacao y café, ampliamente difundido en el Cibao, adonde entre diciembre y abril, llena de manchas rojo-naranja nuestras montañas y crea alfombras de flores, en mágico contraste primaveral con el infinito verde de la campiña criolla y lo mismo en lugares adonde se ha utilizado como decoración. Desde el aire constituye un brutal espectáculo como expresión sublime de la naturaleza vistiendo las montañas con una falda naranja, en destacada expresión colorida, como si la paleta de un gran pintor se manifestara. Sirve en “empalizá viva” como poste. Su madera es blanda y se utiliza para utensilios, bateas, cucharas y otros. Se usan en la fabricación de artículos de artesanía, que se pueden apreciar en la zona de Miranda, en la autopista Duarte. La amapola que sirve como base para la fabricación de drogas, en otros países, es un arbusto de dimensiones muy distintas a la que aquí se conoce con igual nombre. La canción Amapola, compuesta por José Maria Lacalle García en 1924, clarinetista, compositor y director de orquesta, nacido en España que vivió en Cuba y se destacó en Estados Unidos, se refiere a la belleza de una mujer y no a la compleja flor. Andrea Boccelli la cantó en Altos de Chavón , en dueto con el niño dominicano Michael Merlino, en abril del 2015. La compleja flor, semejante al tulipán, acumula en “cápsulas marrones” alargadas, un líquido que mancha, y que la muchachada usa en “combates” como pistolitas de agua. En la infancia le llamábamos “gallitos”, como también se le denomina al árbol en algunas zonas del país. La canción “Cuando florezcan las amapolas”, del cubano Manuel Dagoberto Alemán Monterrey, conocido como Manolo Monterrey, El Ciclón Antillano, destacado cantante y compositor de la Billo’s Caracas Boys, del dominicano Billo Frómeta, es su autor. La música folclórica ha destacado la propiedad que le atribuye el campesino a las flores, cuando las jóvenes las pisan. La creencia popular señala que el efecto es que las jovencitas se “alebrecan” y “se van por la ventana”. Suponen una alteración de las revolteadas hormonas jóvenes y la predisposición para “ajuntarse” con los novios dispuestos a llevárselas, para formar parejas y las casamenteras “empliarse” como se dice en algunas regiones de nuestro peculiar país.

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