Los contrastes entre la Semana Santa “di’ante” y las actuales, marcan cambios dramáticos en los dominicanos. No hay dudas, que la solemnidad de estos días ha sido sacrificada por una banalidad superficial y un cambio de accionar. Unos pocos sacrificados trabajan, mientras los más, aprovechando el cúmulo de días sin trabajo, antes de recogimiento y tradiciones, viajan a playas, montañas o “aonde tan lo ombligo enterrao”. De la misma forma, el criollo actual es más físico, menos espiritual y más dado a lo pasajero y mundano, susceptible a un mercantilismo avasallante, saturado de publicidad para el disfrute de la movilidad posible y al alcance. Lejos de la crítica fanática, creo que es parte de la evolución social, para bien o para mal, que se dirige más al disfrute de lo que esté al alcance de las posibilidades y el bolsillo. Igual murió Cristo, crucificado en un “castigo” al estilo Romano, impulsado por sus congéneres judíos, frustrados porque esperaban un mesías conquistador y guerrero, que los liberara del yugo de la Roma imperial y aparece uno diciendo “que su reino no es de este mundo”. Aclamado el domingo de Ramos, aunque sobre un borrico, símbolo de pueblo llano y de la humildad de Jesús, fue traicionado y “condenado” sumariamente pocos días después y sometido a un despiadado y brutal tratamiento de latigazos y golpes, fue además coronado con espinas, en clara burla a su “reino”, que le causaron la muerte material y un atroz sufrimiento. De allí, la Resurrección y el nacimiento del cristianismo, a partir del judaísmo, como la religión más extensa del mundo, llena de simbolismos, tradiciones y ritos. El Triduo Pascual (jueves, viernes y sábado) ha sufrido cambios profundos en la conmemoración de los dominicanos. De preparar hasta el miércoles todo lo que produjera ruido para la alimentación, el “sacrificio” del silencio y hasta la mudez, saltamos a la música estridente, a la “bebentina” y el desorden, la aglomeración de bebedores dispuestos a la basura, la confrontación y el pleito fácil, como yerba seca que espera fósforos. De los golpes de pilón como si fueran dados a “Jesú”, al denbou y el reguetón indecente y denigrante para la mujer, subyace un rechazo al Jesús de Nazaret que reivindicó a la mujer, aplastada por una cultura ultra machista y con simple papel reproductor y de quehaceres domésticos, para beneficio del hombre. El simbolismo de la Semana Santa de recogimiento colectivo, ha sido suplantado por la antítesis del amor cristiano. Nadie teme “quedarse pegao” al hacer el amor, en esos días “santos” como si aquellos fueran “ritos del demonio”. La “habichuela con duice y el maí con durce” mantienen su tradición. El Sábado de Gloria y sus repiques de campanas en los templos, ha sido sustituido por el Domingo de Resurrección. Ya no se quema al Judas, concentración infantil disfrutada al extremo y propiciada en Santo Domingo por la Lotería Nacional, al tiempo que se prendía fuego al muñeco gigante representaba la traición y las 30 monedas. Ete cuento si a cambiao…

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