Los sanjuaneros son afortunados. Han contado con un hijo pródigo, una suerte de superministro durante los gobiernos de Leonel Fernández y el PLD. Su brazo ejecutor no tuvo límites. Pueblo agradecido lo ha honrado con su solidaridad, en las malas. Cuando la necesitó, reiteradamente le dio su voto. Luego heredó la presidencia de la República, un sanjuanero de pura cepa que igual impulsó el progreso local. Y ahora, un presidente que se ha enamorado de la villa de Anacaona. La visita, anuncia e impulsa obras, y tras él, ministros y viceministros empeñados en impulsar el salto total hacia el desarrollo. Hasta la procuradora general lo visitó. ¡Qué dicha la de San Juan!

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