La muerte de Reinaldo Pared ha llenado de congoja a la inmensa mayoría del pueblo dominicano, que ha expresado su pesar y se ha solidarizado en su dolor con sus familiares, excepto uno que otro individuo de alma miserable que en su incultura y maldad ignoran que hay que proteger la imagen, honor e intimidad familiar vinculados a personas fallecidas. La ley penaliza la manipulación de cadáveres a la vista del público y airear escenas groseras en ese contexto, pero algunas cuestiones que desde ayer hemos visto, incluida la divulgación de pasquines, alcanza para reavivar un viejo debate sobre la privacidad, la dignidad de la persona y lo que distingue al morbo de lo noticioso.

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