La ONU llegó a Haití en 1990 con una misión de observación de las elecciones que ganó Aristide, y se involucró tanto que ya para 2004 tenía una fuerza de paz con más de 20.000 “cascos azules”. A su partida, luego de 27 años, dejó todo igual, quizá peor.
Ahora que la crisis haitiana se torna pavorosa, se replantea la presencia allí de sus militares, pero habrá que preguntarse si resolverá algo una salida desde fuera, cuando está harto demostrado que el problema son los propios haitianos, en un territorio que parece ser tierra de nadie y cuando se aproxima algo así como un sálvese quien pueda. Antes del brutal estallido, el Gobierno dominicano, no hay de otra, debe apretar la tuerca mucho más, todo lo que sea posible.