Si el gobierno del PLD se pensaba que podía dar una vuelta de maroma completa en lo de Punta Catalina sin que en algún punto se le enredara algún fleco, debe repensar eso.
Es conocido que la gestión de Celso Marranzini en CDEEEE tenía precalificadas propuestas de nueva generación con una potencia de hasta 1,000 megavatios con posibilidad de ampliación de hasta 1,500 para darle un primer nivel de respuesta al sempiterno déficit eléctrico del país.

Esa parte de la historia quedó plasmada en una breve pero precisa crónica del ortodoxo periodista Jaison Severino, el 24 de abril de 2012. Los costos de esas seis plantas precalificadas correrían por cuenta de las empresas privadas que las construirían sin que se afectaran las finanzas públicas.

Pese a toda la oposición de orden técnico, financiero y del pasivo ambiental que deja, Punta Catalina fue contratada originalmente por 1,945 millones de dólares que conforme diferentes ponderaciones, inclusive una auditoría de la Cámara de Cuentas citada por la diputada Faride Raful, ascienden a más de 3,200 millones de dólares, que sumados a otros “costos del dueño”, podrían llevar su valor final a más de 5 mil millones de dólares.

Nosotros el gran público, que nos enredamos en las explicaciones técnicas y en términos contractuales nos parecen jeroglíficos, no estábamos tan seguros de las promesas del presidente Danilo Medina de que la entrada al Sistema Eléctrico Nacional Interconectado de las dos plantas de Punta Catalina nos iban a librar de los apagones. O que vendrían a abaratarnos la tarifa eléctrica.

Pero sí parecía que con su clientela cautiva que es el mismo estado, y un combustible más barato que otros que se usan aquí en la generación eléctrica en gran escala, el país saldría ganando, y disminuiría paulatinamente, con otras medidas, la gestión deficiente de las distribuidoras eléctricas.

Esa razón nos llevó a entender la defensa del Presidente de lo que fue vendida como su obra cumbre, pues pese a los grandes retrasos que incrementaban los costos, y los cuestionamientos a otros aspectos del negocio emergía luz al final del túnel, de que la generación de las mismas plantas terminaría cubriendo todos los entuertos y macos que han sido denunciados.

No logramos a entender que ahora se quiera vender las plantas de Punta Catalina en negocios que están siendo muy duramente cuestionados.

Ojalá entienda el presidente que lo aconsejable por el buen juicio político es que deje la decisión a adoptar al próximo gobierno.

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