Visité Symphony Circus: Imaginación y, por unas horas, volví a ser niña. Reconecté con mi niña interior, ese regalo que pocas veces nos damos, y este espectáculo fue la excusa perfecta. Las palomitas, los algodones dulces y el famoso “frío, frío” me transportaron a esos años en los que disfrutaba de los juegos y los parques de diversiones. La música, los acróbatas, las luces y cada detalle creaban una atmósfera festiva que me despertaron recuerdos dormidos. Ver a los niños felices, vociferando “¡payasos!” entre risas, saltando, comiendo, también fue parte de mi alegría. Ellos disfrutaban el presente; los adultos revivíamos el pasado. Por un instante, volvimos a ser niños. Este tipo de escapes sanan, divierten y llenan el alma. Este circo me recordó que la imaginación y la diversión no tienen edad.

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