Destino es el lugar hacia donde cualquier viajero se dirige, en sentido figurado es la forma en que se resuelve la vida adulta, cuando las personas han terminado una carrera, se casan, forman una familia, pero no se agota en eso, porque la vida continúa y al final el destino es lo que se espera, aunque nadie sabe muy bien qué es, a veces es la trascendencia que sucede a la muerte.

En “El alquimista”, un libro que Paulo Coelho subtitula como “novela sobre los sueños y el destino”, el autor hace un vulgar plagio de un relato que figura en “Las mil y una noches”, titulado “Historia de los dos que soñaron”, y como en todo plagio lo que predomina es la mediocridad y la completa falta de reflexión, el libro no resuelve el enigma del destino ni lo explica siquiera como concepto.

Algo diferente sucede con el sueño y los sueños, sueño es lo que permite al cuerpo descansar y los sueños son los ideales de las personas, sus anhelos, el futuro luminoso que desde jóvenes tratan de construir, el amor que esperan conocer algún día para compartir el resto de su existencia.

Esos ideales incluyen el mundo mejor al que aspiran los hombres de buena voluntad, como Martin Luther King que, precisamente, comenzaba sus discursos con esta frase: “Yo tengo un sueño”.

En el antiguo testamento Dios se comunicaba con los hombres en sueños, José es el único capaz de interpretar cabalmente el sueño del faraón y predecir la hambruna que padecerá Egipto, en el nuevo testamento los Reyes Magos son avisados en un sueño de no volver donde Herodes.

En los globalizados y cientificistas tiempos actuales, solo los charlatanes y los crédulos creen en los sueños, los primeros para embaucar a los segundos y, como el mundo camina hacia adelante, las personas duermen, pero ya no sueñan, y esa ausencia de sueños mata los ideales y los reemplaza con símbolos concretos, autos de lujo, ropas de diseñador y relojes de marca, pero quedan unos pocos que todavía se atreven a soñar, a escribir poemas de amor, a componer melodías románticas, a pintar paisajes y a denunciar injusticias.

No importa que sean pocos, lo importante es que se atrevan a soñar, porque mientras no mueran los sueños, vivirá la esperanza de un destino mejor.

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