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Recientemente, en la reunión de los lunes del Consejo de Seguridad Nacional que habitualmente encabeza el presidente Luis Abinader, el ambiente se impregnó de satisfacción con la cifra de la tasa acumulada de homicidios de 9.9 por cada 100 mil habitantes, con lo que el país estaba en junio dentro del rango meta que se había planteado el Gobierno para cerrar el año. Inclusive, para más algarabía, también se informó que bajaron los principales indicadores de criminalidad.

No pretendemos cuestionar los indicadores que manejan las autoridades, ni disponemos de cifras para contradecirlos, pero la percepción generalizada es que vivimos en una sociedad cada vez más violenta y que el modelo de joven que se construye y promueve es el irrespetuoso, irresponsable y agresivo.

Y aunque esta realidad pueda situarse al margen del gozo ante la tasa de homicidios, hay algo que debiera preocupar a las propias autoridades si nos atenemos al texto de una discutible resolución del Ministerio de Cultura, que pretende frenar la “apología del crimen o la violencia” en los medios de comunicación.

No simpatizamos con métodos coercitivos ni represivos para “la protección de los derechos ciudadanos y el fortalecimiento de las buenas prácticas en los medios de comunicación del país”, porque no tienen ningún efecto práctico; tampoco creemos que los medios de comunicación sean el único germen de tanta violencia.

También debiera inquietar, entonces, la predilección en ciertas esferas del Gobierno por personajes y plataformas que no contribuyen, como reclama el ministerio de Cultura, “a elevar el nivel cultural del pueblo, conservar las costumbres y tradiciones nacionales, y exaltar los valores de la nacionalidad dominicana”.

Está bien que las autoridades se preocupen y reaccionen, porque desde distintas instancias se ha estado llamando la atención sobre el poco interés de los jóvenes por estudiar y capacitarse, sobre todo en los sectores de bajos ingresos, lo que los lleva a no “mentalizarse” para trabajar y los conduce por caminos impredecibles.

No andamos bien con jóvenes que deambulan sin expectativas y con autoridades entretenidas en celebrar sus estadísticas de reducción de homicidios y la criminalidad, mientras se enseñorea la violencia social y se pelea y se mata por cualquier “quítame esta paja”, y al mismo tiempo palidecen valores morales, éticos y cívicos que el Gobierno debiera priorizar, y empecinarse en promover y defender.

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