El “paro sorpresa” del transporte es una modalidad que viene aplicando Fenatrano. Nadie sabe en qué se inspira ese tipo de iniciativa, pero resulta eficaz si su propósito es crear el caos en las ciudades.

La aplicación del paro sorpresa se ha limitado al Gran Santo Domingo, pero una mañana cualquiera puede ser replicado en otra urbe de la República. Santiago de los Caballeros, por su importancia, se convierte en un objetivo para ese despropósito.

No siempre se conoce con propiedad el objetivo real de semejante acción, porque, como “sorpresa”, no cumple con una regla elemental de la acción política, gremial o social, que es el previo anuncio, la motivación y la explicitación de la “justa causa” que la motoriza.

Cuando una protesta tiene un objetivo explícito, sus auspiciadores suelen recurrir al anuncio, no sólo como mecanismo publicitario, sino por la presión implícita dirigida a quien se demanda. En casos como este, al gobierno nacional. Esa presión, si no se fundamenta en la malicia, persigue que el demandante adopte alguna iniciativa para detener la acción, y entonces se abre un proceso de diálogo que puede conducir a una negociación.

El “paro sorpresa” no busca en consecuencia ablandar a nadie. Su objetivo preciso es atacar, golpear, “mostrar más que músculo”, provocar un colapso en un servicio público tan fundamental como el transporte. Sea durante una hora, al iniciar el día, su impacto es devastador. Impacta a los empleadores que son afectados por la ausencia de sus empleados, quienes no sólo sufren el imprevisto, sino que “faltan”, llegan tarde, o simplemente no pueden cumplir su obligación laboral. El aparato productivo y la prestación de determinados servicios se dislocan. Los estudiantes pierden las clases. Muchos profesores también incumplen sus deberes.

En todo eso no sólo está envuelta la alteración de la vida social y económica. También se viola un contrato no escrito entre la federación de choferes y el Estado, que a través de sus instituciones le concesiona una franquicia para explotar rutas. Se viola sin previo aviso.

Y lo peor, se altera el orden público. Afortunadamente, el terrorismo no afloró esta vez y no hubo daños físicos contra las personas.

Esto no puede ser.

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